lunes, 8 de septiembre de 2008

Gracias Elisa

Todos los días me pregunto cómo he podido tener tanta suerte de haberte conocido. No sé cómo hacer,no sé cómo decirte para que llegue directo a tu mente y a tu piel que eres mi éxito más grande, mi decisión más acertada, y por supuesto, mi compañera ideal de viaje.

Me voy a permitir hacerlo desde aquí, desde nuestro blog, desde ese blog que tan primorosamente has cuidado y que será el mejor recuerdo que jamás haya tenido, no digo ya de un viaje, sino de una fase de mi vida. Nunca hubiera imaginado que pasaría tantos meses compartiendo tan minúscula cantidad de metros cuadrados con alguien y que de ahí resultara una unión aún más fuerte de la que ya existía.

Quiero que sepas que me ha encantado volar contigo en helicóptero, bucear de tu mano al lado de los tiburones y de tantas increibles criaturas acuáticas, ver tus cara de emoción frente a la mía cuando encontramos el primer ornitorrinco, gritar juntas desde el aire cuando aterrizamos en el glaciar, compartir almuerzo junto a nuestro amigo el carpintero, vigilarte desde tierra cuando volabas en ala delta y saber que cuando yo lo hice tú estabas en tierra esperándome para contarnos todo todo todo lo que habíamos sentido ahí arriba, revisar las fotos para elegir las más bonitas para subirlas al blog, pedir tu opinión cuando editaba los vídeos, y sobre todo lo que más he disfrutado ha sido poder dormir abrazada a ti todas las noches en tantos lugares distintos como lo hemos hecho.

Ha sido un privilegio y un honor poder contar con la mejor compañera de viaje que nunca hubiers podido soñar. Ahora sólo deseo que no te separes nunca de mí y que continúes estando a mi lado para que cada vez que gire la cabeza vea la ilusión y la
emoción personificada en tu cara.

Gracias por contar conmigo para todo. Gracias Elisa.

Ya sabes que te adoro.

domingo, 31 de agosto de 2008

The End

Este blog nació como libro de viaje, un recuerdo para nosotras. También quisimos compartirlo con vosotros porque nos pareció una manera práctica de teneros informados de nuestras andanzas y tranquilizar a los que os preocupais por la lejanía. Además nos ahorramos una pasta en teléfono y en postales, para qué mentir…je, je, je.

El caso es que para nosotras ha sido muy entretenido y se ha convertido en una interesante experiencia más del propio viaje. Hemos puesto mucha ilusión al seleccionar las fotos o al grabar y editar los vídeos, siempre pensando en cómo podríamos reflejar de la manera más fiel y palpable lo que veíamos y vivíamos cada día.

Gracias a todos los que nos habéis acompañado desde el otro lado de la pantalla en este maravilloso viaje, gracias especiales a los que con vuestros comentarios y correos nos habéis animado y servido de estímulo. Os hemos sentido a todos muy cerca y habéis contribuido a que la árdua tarea de poner en blanco y negro las experiencias de viaje en este blog haya sido una experiencia divertida y estimulante. Por eso queremos dedicaros estas páginas. Esperamos haber estado a la altura.

¡Hasta la próxima!

sábado, 30 de agosto de 2008

La llegada.

Ya estamos en el caluroso Madrid. ¡Por fin! Ya teníamos ganas de llegar. Se siente una rara después de tanto tiempo, pero a la vez todo sigue como antes, nada ha cambiado. Era ayer cuando nos despedíamos con el cuentakilómetros a cero, las mochilas cargadas de expectativas, la libreta de viaje reluciente… y ya han pasado seis meses, cada día intenso y repleto de novedades, la memoria de la cámara dada de sí de tanto trajín y los cordones de las botas deshilachados.

Las vecinas nos saludan cariñosamente, “¿vaya viaje, eh?, parecía que nunca ibais a volver…”

Qué rica la tortilluqui de patata; y el chorizo de verdad y la merluza y el melón…mmm


¡Y qué placer volver a dormir en mi cama!


La noche es calurosa y en el duermevela de la madrugada escucho el rumor del mar… es un sonido irregular, caprichoso, pero no hay duda, son las olas que restallan amplias y poderosas sobre la playa de dunas blancas, al cabo de un rato cambia el sonido y el envite de cada ola arrastra sonoramente piedras de la playa de guijarros, debe de haber acantilados cerca. El mar invade la glorieta de Quevedo. Estoy deseando que se haga de día para bajar a darme un chapuzón, ponerme la máscara de snorkel y ver qué clase de peces nadan entre estos corales madrileños; a lo mejor Susana encuentra a su tortu…

martes, 26 de agosto de 2008

El sudoeste. Olas transparentes.

La parte final del viaje la hemos dedicado al sudoeste de Australia, donde crecen algunos de los árboles más altos y más viejos del mundo. Desde el principio del viaje este era para mí uno de los momentos más esperados y, aunque ya el cansancio se nos había colado en la cámpervan como compañero de viaje hacía algunos días, tenía muchas ganas de ver este “rinconcillo” de Australia occidental.

Tras un fugaz fin de semana en Perth y una relajante visita a la ciudad-monasterio de Nueva Norcia, creada a finales del siglo XIX por un grupo de monjes españoles para acoger y educar a huérfanos aborígenes, pusimos de nuevo rumbo al sur.

Estos últimos 10 días de viaje han sido una sucesión de increíbles paisajes de costa y de bosque, probablemente los más bonitos que hemos disfrutado en Australia. No entendemos por qué otros lugares están tan promocionados y sin embargo de esta región nadie nos había hablado antes… sólo la conocen y disfrutan los afortunados habitantes de Perth.

La mayor parte de las playas entre los dos cabos (Cape Leewin y Cape Naturaliste) son territorio surfero y hemos pasado muchos ratos entretenidas mirando a los infatigables acróbatas sobre olas de azul transparente.

Quien puso nombre al color azul ultramar con toda seguridad no conoce esta costa, porque en ese caso lo habría llamado color Azul Índico. Es un mar muy salado, después de bañarte la piel queda recubierta por una costrita de sal, y en los días de tormenta o viento, el intenso color ultramar no se vuelve gris, como en otros mares, sino que se hace más profundo bajo los ribetes de plata que levanta el viento y se descompone en multitud de tonalidades verdosas según el tamaño de cada ola.

La transparencia del agua hace que se pueda ver el fondo desde la costa, a muchos metros de distancia y cuando se levantan las olas se puede ver a través de ellas, como si fuesen ventanales de cristal líquido. Como la arena es completamente blanca el resultado es un azul turquesa que ya quisiera ver en foto el mar Caribe.
A veces daban ganas de llorar por la belleza de los paisajes.

http://picasaweb.google.es/emorillo/SuroestePerth#

El sudoeste. Árboles gigantes.

sábado, 23 de agosto de 2008

¿Y la tortu?

¡Un momento! Yo tengo algo que decir también. Corroboro todo lo que ha contado Elisa, pero falta una cosa, para mí el momento más sublime de esta inolvidable excursión marítima.
Ya era la última parada de la tarde, y todo indicaba que iba a ser una inmersión más con el snorkel y la máscara para despedirnos de los coloridos peces y corales del lugar. Aún cansadas de tanta agua y de tantas emociones teníamos decidido participar en esta postrera estación.
A la zona también había llegado un grupito de bañistas remando sus canoas desde la costa, nos saludan y cruzan unas cuantas frases con nuestra guía. Yo, que no controlo muy bien el inglés, creo entender que hablan otra vez de tortugas y enseguida miro a Elisa para que me confirme que estoy en lo cierto. Y sí, le veo la cara de emoción y me dice que hay una tortuga y aquí sí que podemos ir a nadar con ellas. Uf, ya estábamos de los nervios, ¡venga rápido esas aletas y ese snorkel! ¡Ay madre cómo se vaya y no la podamos ver! En esto que la guía indica cuál es la mejor zona para ver peces y anuncia a todos que en aquel otro sitio parece que han visto una tortuga. Elisa y yo ya estamos preparadas para salir las primeras a encontrarnos con ella, no vaya a ser que con el mogollón que se le avecina se asuste y se nos escape.
¡Zas! al agua y a aletear como locas, pero ¿qué pasa? si sólo vamos nosotras dos y una inglesa que nos toma la delantera.
Y entonces, uf, allí estaba nadando, con suavidad, tan bonita, pero ¡tan bonita! Mmm, buceamos con ella, a su lado, daban ganas de abrazarla pero a la vez temíamos asustarla o molestarla.Si supieras con certeza que no le sienta mal te agarrarías de su mano e irías a recorrer con ella todo el océano.
La seguimos y lo mejor de eso es que parecía como si fuera nuestra cicerone particular y de esta forma visitamos recovecos del arrecife que de otra manera nunca los hubiéramos visto. Cuánto sentí no poder filmarla con mi cámara de vídeo para poder mirarla cuantas veces quiera cuando esté en España metida tierra adentro. He intentado grabar en mi memoria una perspectiva que espero no olvidar nunca, y es la vista de nuestra querida tortu desde atrás. Os juro que parecía que volaba, tranquila y segura en esa masa de agua transparente que parecía el cielo…
Me gustaría ser su amiga y que me contara sus cosas, que me dijera si es feliz en su vida tan distinta a la nuestra…Tal vez algún día me la vuelva a encontrar y podamos volar otra vez juntas por el agua, estoy segura de que la reconoceré.
Coral Bay

domingo, 10 de agosto de 2008

Coral Bay – Ningaloo Reef

Estoy ya lista, sentada en la popa con las aletas rozando el agua y las gafas puestas. El barco avanza despacio y el mar tiene un intenso y hermoso color azul verdoso que invita a saltar. Nos han dicho que tenemos que deslizarnos suavemente en el agua y nadar rápida pero silenciosamente hacia la guía que ya se encuentra en el agua localizando el punto exacto con el puño en alto. ¡¡Ya!! Me deslizo rápidamente y nado como una loca a la cabeza del grupo sin perder de vista el brazo de la guía, mientras escudriño ansiosamente la profundidad; el mar a mi alrededor ya no parece invitador, sino un poco tenebroso y el profundo color azul ha dejado paso a un gris empañado: o está muy profundo o hay poca visibilidad… De pronto veo una sombra ahí delante, no sé calcular la distancia porque no sé qué tamaño tiene, a pesar del sobresalto nado más rápido hacia ella y empiezo a distinguir mejor la silueta romboidal que se aleja aleteando suavemente por el fondo. ¡Una manta! Con el impulso he ido a situarme justo encima de ella y ahora consigo ver perfectamente, a pocos metros por debajo de mis aletas, el rombo de piel negra de unos 3 metros, la cola larga y fina, las rémoras que no se le despegan… de pronto la manta gira hacia arriba y hacia atrás describiendo un círculo sobre sí misma y me ofrece la visión de su tripa negra moteada de blanco. Pienso que es una maniobra para asustar a los mirones, porque impresiona bastante verla girar y mientras la ves acercarse piensas que como se le ocurra venir a saludar a la superficie ahí no hay donde esconderse; luego nos explican que es así como se alimentan y que es normal que roten de ese modo. Ya con más calma tras la primera emoción disfrutamos de unos minutos viendo a la manta revolverse gozosamente sin tener en cuenta al grupo de boyas coloridas y chapoteantes que formamos en la superficie por encima de ella.

Al poco rato la manta se aleja con su aleteo tranquilo y contoneante, desdibujándose poco a poco en el gris del fondo. Levanto la cabeza para localizar el barco y veo un pequeño revuelo en la superficie: eso es que hay ago más por debajo… enjuago las gafas y enseguida veo otra manta, ésta de tripa blanca con motas negras y un poco más grande que la anterior, que se nos acerca mientras come con su rotación característica. Tenemos tiempo de observarla a placer porque pasa un rato largo debajo de nosotros. La boca es enorme, abiertas las dos protuberancias que tiene a los lados para ensanchar la cavidad: ¡parece que te puede tragar entera! Se le pueden ver perfectamente por dentro las aberturas geométricas por las que filtra el agua, las mismas que se le ven por fuera; como un costillar pero al revés, de huecos. Si previamente no me hubiesen asegurado que son inofensivas y que en realidad tienen una garganta igual que la nuestra no estaría ahí tan tranquila de “miranda”… Es una delicia mirarlas y es en ese momento cuando sabes que merece la pena cruzar el mundo con todas las fatigas para pasar unos segundos admirando en primera persona el baile de las mantas.


Balena y tartaruga

Esto es como en los chistes: dos ingleses, dos franceses, dos alemanas, dos australianos, dos españolas, y cuatro italianos (abusones).

El barquito avanza por dentro de la “laguna” interior que forma la barrera de coral. Allá lejos las olas rompen contra la parte exterior del arrecife, pero por estribor se distingue todavía la playa de dunas blanquísimas. Alguien grita “¡una ballena!” No puede ser, ¿aquí dentro? ¡Pero si aún no nos hemos repuesto de la emoción de ver las mantas! Efectivamente, una ballena jorobada nos ronda. Al parecer quiere enseñarle el barco a su bebé de pocas semanas y sin darnos tiempo a coger las cámaras pasan los dos por debajo del casco tan campantes. Otra se les une y saca la cabeza berrugosa del agua para observarnos bien. ¿Seremos de confianza? Parece que sí, porque se entretienen jugando relajadamente, el ballenato mostrándonos la tripa blanca mientras chapotea en la cabeza de la madre panza arriba, agitando las aletas como si fuese una foca juguetona.
Vemos varias ballenas más dentro de la laguna y una salta a lo lejos, detrás del arrecife.

Navegamos por aguas verdes y turquesa, tan transparentes que podemos ver los corales en el fondo. Al cabo de un rato algunos corales empiezan a tener forma de tortuga y, lo más curioso, a salir a la superficie a respirar… ¡guarda, una tartaruga! grita Fabio ¡nos rodean las tortugas verdes! Estamos en un santuario de tortugas, a mi me tienen que amarrar para que no salte a verlas de cerca… no, no es para tanto, pero casi. Por aquí y por allá salen patosamente a la superficie, hay tantas que me da miedo que el barco vaya a chocar con alguna…


Tiburones en el arrecife

Ante la pregunta todos levantamos entusiasmados el brazo y procedemos a calzarnos ansiosamente las aletas. Pero la pregunta no es ¿quién quiere venir a merendar? No. La pregunta es ¿Quién quiere venir conmigo a buscar tiburones? Supongo que estas cosas fuera del contexto hacen dudar de que uno esté en su sano juicio, pero en ese momento ir a buscar tiburones (nadando) al otro lado del arrecife sonaba como un plan decididamente atractivo.

Nos lanzamos al agua con decisión y nadamos trabajosamente contracorriente a través de la estrecha abertura en el arrecife para salir a mar abierto. Yo iba siguiendo el aleteo de Susana y no escuché la musiquita de Spielberg en Tiburón (chan chan chan chan chan chan…) porque estaba demasiado ocupada tratando de ver por qué Susana me hacía señas y me agarraba frenéticamente del brazo: dos tiburones nadaban tan campantes a unos 3 ó 4 metros por debajo de nosotras. Eran tiburones de arrecife de punta negra, sorry, pero son inofensivos. Tanto misterio pá ná. Jajajajjaj. Cuando nos cansamos de mirarlos volvimos a través de la hendidura del coral y tras mirar un ratito al resto de la preciosa fauna local, subimos al barco para comentar la jugada emocionadas.

Ya de regreso enfilamos la proa a tierra y como despedida unos delfines hacen acrobacias y nos acompañan nadando como torpedos al lado del casco.

Un magnífico día en el mar. Posiblemente la mejor y más completa excursión que hemos tenido en todo el viaje.
NOTA: las imágenes de la manta y del tiburón no son nuestras, pero son las más parecidas que hemos encontrado a lo que realmente vimos.

viernes, 8 de agosto de 2008

Fauna Aussie

Con todos ustedes aquello que tanto estaban esperando.
A pesar de estas fechas de vacaciones en las que el blog no despierta tanto interés como en los meses de invierno españoles, esperamos que este increible reportaje que tantas horas de desvelo nos ha proporcionado, sea suficiente revulsivo para que todos ustedes recuperen las ansias de seguir conociendo las misteriosas y fascinantes antípodas.

Vuelvan a conectar sus altavoces y prepárense para disfrutar a tope FAUNA AUSSIE.

Un cordial saludo desde ediciones León&Morillo

miércoles, 6 de agosto de 2008

23º26.5´S

y unos 116ºE, es decir, que estamos de nuevo cruzando la línea imaginaria del Trópico de Capricornio, esta vez por la costa oeste de Australia, camino a Coral Bay y Ningaloo Reef, el arrecife de coral más grande de esta costa, donde al parecer se pueden ver tiburones ballena y enormes mantas raya.
Yo llevo varios días preocupada porque no vemos canguros. Pero ni uno. Y eso que todo el mundo nos había prevenido del peligro que suponen al conducir al atardecer, que si se cruzan por la carretera, bla, bla, bla… Ni uno en 10 días de viaje. ¿Dónde os metéis, bonitos?
Estos dos últimos días hemos estado acampadas en medio de la nada, disfrutando por fin de un poco de calorcillo y del único sonido del piar de los pájaros (bueno, interrumpido de cuando en cuando por el motor de la nevera que mantenía las cervezas fresquitas), rodeadas de tierra roja, matojillos verdes y un inmenso cielo azul, sin nubes, que por las noches nos dejaba sentir la penetrante mirada de todas las estrellas mientras asábamos un poco de carne en la hoguera.
El camino de arena roja delata todas las huellas, de modo que me fui a dar un largo paseo hacia ninguna parte y ver qué clase de animales pisaban por allí. Y por fin encontré la evidencia que buscaba: ¡huellas de canguros! aunque bastante antiguas, al menos demostraban que sí había. Así que me volví al campamento un poco más contenta, eso sí, sin despegar los ojos del camino porque, a pesar de que es invierno nuca se sabe si aquí habrá alguna serpiente que decida no invernar y acechar a incautas caminantes oculta entre las hierbas…
Mientras escribo estas líneas acaba de aparecer la segunda e irrefutable evidencia de que sí hay canguros por aquí, lástima que sea en forma de dos cadáveres recientes en la carretera. A ver si hay suerte y pronto los vemos brincando…

domingo, 3 de agosto de 2008

Delfines

Un emu nos visita al atardecer en nuestro campamento, no sabemos si para curiosear o más bien atraída por el olorcillo de la sepia a la plancha. Aparece de pronto en la llanura y se va acercando disimuladamente, picoteando en el suelo de vez en cuando como quien no quiere la cosa, pero estirando bien ese cuello largo y abriendo mucho las pestañas para no perder ni ripio de lo que hacían dos extrañas en su casa. Al cabo de un rato se cansa y se vuelve corriendo como una loca hacia donde estaba su pareja.

Al día siguiente llegamos a Monkey Mia, el caravan park donde nos recibe “miss simpatía” está atiborrado; nos cuesta tomar la decisión de quedarnos después de haber pasado las últimas noches a la luz de la fogata en la intimidad de la luna nueva. Pero definitivamente necesitamos una ducha y una lavadora, elementos comúnmente infravalorados en la civilización pero que producen gran alegría cuando llevas sin verlos una semana. El sitio se redimió inmediatamente cuando por la mañana fuimos a la playa y nos encontramos a un grupo de delfines jugando a escasos metros de la orilla. Un rato más tarde incluso conseguimos darles un pescadito en la boca y nos fuimos tan contentas.

Coral Coast y Monkey Mia

jueves, 31 de julio de 2008

De nuevo en el outback.

Aquí estamos otra vez, con la furgo recorriendo la costa oeste.
Ahora mismo escribo frente al fuego de campamento, cansada después del día de hoy. Susana echa algunos troncos más para avivar la llama; alrededor, los eucaliptos y por encima, el negro más negro intercalado de estrellas. De cuando en cuando un road train pasa escandalosamente por la carretera con su feria de luces rojas como estela. Es el único ruido que perturba el crepitar de la hoguera. Estamos a muchos kilómetros de la ciudad más cercana.
Hemos estrenado nuestra nueva parrilla con un “sirloin steak”, riquísimo!! que hemos cenado acompañado de patatas asadas en las brasas; un poquito de vino…mmm, qué rico todo.
Susa lee a la luz de su linterna frontal mientras yo escribo. Me parece un lujo fuera de lugar esto de teclear en el portátil, a la luz de las llamas, en medio del outback australiano, pero es que nos hemos comprado un cargador para el portátil que se enchufa al mechero del coche y es mágico. ¿Cómo no se nos habrá ocurrido antes, (con lo listas que somos)??-
Gozamos de un poco de tranquillidad después del agitado día.
Esta mañana amanecimos bien temprano en una playa (más bien diría un pestilente amasijo de algas marrones de más de un metro de espesor) de Geraldton, la última ciudad digna de tal nombre en el resto del viaje, y antes de las 8:00 ya estábamos en camino, desayunadas y todo, hacia Kalbarri- Por el camino hemos parado para disfrutar de las enormes dunas y de los acantilados rojizos que bate el Índico furioso. Muy bonito, aunque ya empieza a fastidiar tanta parejita de jubilados con su caravana a cuestas… ¿qué pasa, que no tienen otro entretenimiento los jubilados de este país? Y dicen que esto es tranquilo…pfff!!! No hay forma de darles esquinazo, aparecen en cualquier rincón...

Kalbarri debe de ser una de las mecas de los jubilados de la caravana que se entretienen dando la vuelta a Australia, porque hay varios caravan Parks plagados de ellos. Aunque es un sitio bonito, una bahía natural resguardada detrás de las playas y dunas de arena blanquísima, pierde todo su encanto (al menos para nosotras) por la multitud de casitas rodantes que atiborran los campings. Decidimos seguir hasta encontrar un lugar más solitario donde acampar. Y vaya si lo encontramos: a menos de dos horas de carretera nos adentramos en un bosque de eucaliptos, algunas huellas de coches nos indican que no hay problema para entrar por los caminos con nuestra campervan… chan chan chan… pero nadie contaba con que lleva varios días sin parar de llover… y de pronto la sutil capa de arena cede a la subyacente de arcilla húmeda… y hasta ahí llegó nuestra campervan!. ¡Oh, no! ¡otra vez empantanadas! Menos mal que aún faltaban dos horas para el anochecer y que la carretera no estaba lejos en caso de emergencia. Manos a la obra, tardamos un buen rato en sacar la camper del atolladero, pero es que ya vamos siendo expertas en estas lides y además no faltaba material en los alrededores: hemos pelado cien metros a la redonda de vegetación para hacer un camino de ramas y hemos escarbado la arena de debajo de de las ruedas con las manos, pero al final hemos conseguido salir del apuro. La próxima camper que nos la den equipadita con palas y rejillas, por favor.

Costa Oeste

sábado, 26 de julio de 2008

Las Chonis nos acosan

Cuando alguien te dice que se va de viaje a Australia y Nueva Zelanda durante seis meses suena a exótico, a lejano, a nada que ver con lo que estamos acostumbrados en Europa y, por supuesto, en España.


No sé lo que os podéis imaginar vosotros, pero a mí me sonaba a canguros, koalas, playas inacabables, desierto, surferos, ciudades modernas… un sin fin de cosas muy distintas a las nuestras haciendo honor a la lejanía que nos separa, no en vano son nuestras antípodas.

De la gente no sabemos mucho, pero, al menos en mi caso, nos la imaginamos relajada, campechana, deportista, con cuerpos atléticos moldeados por el surf y perfectamente bronceados, y si curioseas un poco te enteras de que los australianos se parecen, en algunos aspectos, a los americanos, sobre todo y desgraciadamente, doy fé de que en lo que al aspecto culinario se refiere tienen más semejanzas de que las que fueran deseables.

Hasta aquí nuestras impresiones en el viaje son más o menos acordes a lo imaginado, pero nuestra primera sorpresa fue cuando llegamos a Perth, la ciudad más aislada del mundo. Conduciendo por la autopista que une la ciudad con las zonas residenciales Elisa advirtió que había un cartel de IKEA, sí sí sí, hay un IKEA al otro lado de nuestro mundo. Bueno, conociendo a esta empresa sueca podemos conceder que haya llegado incluso hasta aquí, hasta la urbe más solitaria que existe.


Por supuesto que fuimos a investigar qué se cocía en un IKEA para nosotras tan peculiar. Pues nada chicos, no os penséis que difiere mucho de los nuestros, del de San Sebastián de los Reyes, o del de Majadahonda. Ah, se me olvidaba que hay otro en Vallecas. Eso Vallecas, en este punto es donde ya todos nuestros esquemas se nos vienen abajo. Cuando al estar eligiendo el aroma de la vela que queríamos para nuestros campamentos nocturnos de repente oímos hablar en nuestro idioma natal, en castellano. Será alguna chilena, que haberlas, haylas. Qué no, qué no, que son españolas, españolísimas, vamos que parece que estamos en el IKEA de Vallecas. ¿Pues no iban diciendo tres rechonchas renegridas, con aspecto gitanucio que si La Paqui, que si La Mari, que si ya las dan el alta del hospital, que si no me come na?…¿ Os imagináis? no dábamos crédito. Os juro por lo más sagrado que eran un cromo.

No sé cómo detallaros más su aspecto, creo que basta decir que eran tal cual, cómo sacadas del barrio de Entrevías, teñidas de una especie de color rubio y con 10 cms de raíces negras tal y como bajarían a comprar el pan al DÍA del barrio.


Y ayer en un puesto de información turística en Kalbarri, allí donde Cristo perdió el mechero, se nos acerca otra rechoncha, también renegrida y nos obsequia con su opinión acerca de la playa de Monkey Mía : “amos a mí m´ha gustao” “lagggg cosas como son” y también nos obsequia con otras lindezas del tipo “se puede parar donde paran los camionistas” y por supuesto no paraba de repetir la popular expresión de “mola mogollón”… y de ahí no la sacabas. Al preguntarle qué tiempo habían tenido también nos contestó solícita y presta: “hombre, contra más arriba más calor”.

Al menos nos quedó claro.

Y nosotras que pensábamos que éramos únicas en lanzarnos a conocer este país tan sumamente lejano…


Sacad vuestras propias conclusiones.

miércoles, 23 de julio de 2008

Perth

Ayer llegamos a Perth, la ciudad más alejada de la civilización, la más remota que existe. 6 horas en avión desde Brisbane. Al este y al norte, miles de kilómetros de desierto. Al oeste y al sur, miles de kilómetros de océano Índico.
En los folletos turísticos recomiendan con total naturalidad lugares que están en un radio de 500 km., eso sí, te advierten de que no te confíes con el tamaño del mapa, porque algunos otros están a más de 2.000 y hará falta madrugar un poquito y hacer un bocata más grande para llegar hasta allí…
Con una superficie de más de dos millones y medio de km. cuadrados (suficientes para meter holgadamente 5 Españas y olé) la población es de apenas 2 millones (sin contar los canguros ni las ovejas, claro), de los cuales el 75% viven en la capital. Eso es un decir, claro, porque capital, capital, lo que se dice capital… esto es más bien un desparrame de casitas unifamiliares y parques de primoroso césped que se extiende sin fin en torno a unos cuantos rascacielos alineados entre el río y unas pocas calles rectas y desabridas que llaman centro.
Así a primera vista Perth no nos ha parecido muy atractiva, la verdad. Ordenadita sí, y amplia. Muy amplia. Entras al centro financiero sin darte cuenta, sin transición desde los parques enormes, estabas en el aeropuerto y de pronto ¡zas! ya estás entre rascacielos y cuidadito porque en un santiamén te presentas de nuevo al otro lado del río rodeada de atléticos deportistas haciendo ejercicio en el parque. A pesar de ser un martes en hora punta había tan poco tráfico que parecía domingo a la hora de la siesta.

Es cuando llegas a Kings Park, el precioso jardín botánico de la ciudad que domina el recodo del impresionante río cuajado de veleros, cuando este cascarón vacío de fachadas asépticas, tipo decorado de película, donde no hablas muy alto y pisas con cuidado por si los cristales de las fachadas hacen eco, de pronto se vuelve princesa y brilla en todo su esplendor: la vista es magnífica, un impresionante contraste entre la paz del río y los parques y la frialdad de los espejos.

Tras una rápida exploración decidimos que la urbe no está hecha para nosotras y tomamos rumbo a la playa de Sorrento. Aquí nos quedaremos el resto de la semana reposando sosegadamente frente a la chimenea y tomando fuerzas para la siguiente etapa del viaje.

Acuario Perth

Fascículo atrasado - Isla Norte NZ

Espero sepan perdonar la tardanza en el capítulo de la Isla Norte de Nueva Zelanda, pero las condiciones tecnológicas de la temporada no han permitido emitir con mayor rapidez.

Conecten los altavoces y disfrútenlo al máximo.




martes, 22 de julio de 2008

¡¡Adiós costa este!!

Estamos en el aeropuerto de Brisbane esperando la salida de nuestro avión a Perth. Con la lengua fuera nos arrastramos a un sofá de la cafetería, molidas de hacer, deshacer y acarrear tanto equipaje entre ayer y hoy. Y es que despedirse de nuestra casita rodante, que nos acompaña día y noche, fiel, a todas partes, siempre es duro.

Esta última semana hemos recorrido los alrededores de Brisbane, esta sorprendente y variada esquina sureste de Queensland. Empezamos por las Glass House Mountains (el que quiera saber el origen del nombre que se lo pregunte al Capi Cook, como siempre) unos picachos de roca volcánica que, hoy tapizados de bosque de eucaliptos, se destacan cerca de la costa. Escalamos las carreteritas ondulantes y sombrías deteniéndonos cuando se abría el paisaje, para asombrarnos de las increíbles vistas en 360º hacia el infinito. Incluso se veía Moreton Island a lo lejos. Algunos de esos pueblos que parecían sacados de la Inglaterra profunda, lo cual no deja de sorprender si estás recorriendo un bosque que podría situarse perfectamente en algún rincón de Africa. Contrastes sorprendentes.

Noosa Heads, en la desembocadura arenosa y ondulante del río Noosa, con sus Everglades plagados de pájaros, sus casas de lujo mirando al mar y rodeada de un parque nacional de vegetación tupida y húmeda, supuso un cambio de aires respecto a la sierra. Miles de jubilados ricos han elegido este rincón de la costa para pasear a sus perros y tratar de mantenerse en forma hasta el fin de sus días, de modo que mientras recorríamos algunos de los senderos del parque la media de edad de la gente con la que nos cruzábamos no bajaba de los 60, todos ellos a mucha más velocidad que nosotras, corriendo, andando o incluso acarreando aparatosas tablas de surf con los pies descalzos y con unos cuerpos serranos que ya los quisiéramos nosotras…

Tras unas compritas en las apetecibles tiendas de Noosa agarramos campervan y edredón, autopista hacia el sur, pasamos por el imponente puente sobre el río Brisbane y cambiamos en un par de horas la tranquila y elegante costa del sol (Sunshine coast) por la concurrida y hortera costa dorada (Gold coast).

Sin atrevernos a asomar la nariz a las playas de la Gold coast preferimos adentrarnos en las montañas que hay a pocos kilómetros hacia el interior, una serie de parques nacionales que protegen milenarios bosques en los restos de lo que hace varios millones de años fuera un enorme volcán. En Springbrook y Lamington N.P., a casi 1.000 metros s.n.m., tuvimos que echar mano de nuestro escaso arsenal contra el frío, pero las increíbles vistas sobre nueva Gales del Sur y sobre la Gold Coast desde los miradores colgados en la montaña compensaron el tembleque. Al fondo, detrás del maravilloso valle cuajado de vegetación selvática, los rascacielos de Surfers Paradise (el Benidorm antipodeño) destacan enhiestos al borde del mar cual horrendos Transformers, a punto de iniciar la destrucción del mundo.
Estos bosques oscuros, colgados en laderas imposibles, retazos de selva fría y húmeda, con musgos y líquenes, enredaderas y lianas, destacan en la planicie seca de eucaliptos, matorral bajo y canguros que los rodea en muchos kilómetros y es que son reminiscencias de la Gondwana, de cuando lo que ahora es Australia estaba junto a otros pedazos de tierra y compartía clima con la actual Antártida.

Por la carretera nos sorprendió un estruendoso piar y un fuerte olor, así que paramos a investigar el origen… nos quedamos heladas al comprobar que estábamos en medio de una colonia de murciélagos rojos gigantes, ahí mismo, en los árboles a ambos lados de la carretera. Había cientos de ellos colgados de las pobres ramas, peladas por el ajetreo de la jauría. Y es que no paran quietos, gritando, peleándose entre ellos y cambiándose de rama cada dos por tres con esas uñitas grimosas que tienen al final de las alas…

Esa noche acampamos al borde de un lago y mientras contemplábamos, haciendo tiempo antes de cenar, cómo el color del agua pasaba de gris a negro, unas sombras zumbantes empezaron a sobrevolarnos con dirección al agua. Ja! Nuestros amigos los murciélagos gigantes…al principio de uno en uno, luego en grupitos y a los pocos minutos un flujo incesante, imposible contarlos. Cientos, miles de ellos pasaron a pocos metros de nuestra cabeza, quién sabe a casa de quién iban a cenar…Con una envergadura de unos 80 cm. y una curiosa querencia por columpiarse en las ramas de los árboles cercanos, consiguieron que Susana batiera su propia marca de 100 metros lisos y se metiera de cabeza en la furgo para no salir en el resto de la noche.

Buscando de nuevo el calorcillo y el sabor del outback nos llegamos a Warwick, al otro lado de la cordillera divisoria, ciudad del rodeo por excelencia. ¡Qué lástima que no hay rodeos hasta octubre! Pero si ya teníamos hasta los sombreros comprados! Así que pasamos nuestro último día en el este despidiéndonos de los canguros grises y los loros de colores en otro parque nacional de la zona.
Glass House M y Springbrook NP


Adios costa este

domingo, 20 de julio de 2008

Feliz cumpleanos a esas cancer!!!

Ali y Celia, ayer fue vuestro cumple, queriamos llamaros a eso de las 10 de la noche aqui para pillaros en plena comilona de celebracion, pero ya sabeis que viajando en campervan no siempre se puede disponer de un telefono cerca.
Ayer dormimos al borde de un lago precioso, pero el acceso hasta alli desde el pueblo mas cercano no era muy apropiado para hacerlo de noche. Asi que esta manana nos hemos levantado muy pronto para poder felicitaros antes de que acabara el dia .

A Ali hemos conseguido pillarla con el movil encendido y, aunque creo que pasaban algun minuto de las 12h espanolas, nos ha dado tiempo a charlar un poquito con ella. A Curry Secades solo nos has sido posible dejarle un pequeno mensaje en el contestador.

Asi que desde aqui os recordamos y os mandamos un beso enorme, enorme!!!

Susana y Elisa

(No puedo poner tildes con este teclado)

miércoles, 16 de julio de 2008

Brisbane

Qu'e bien se vive aqu'i! Brisbane nos est'a cautivando con sus preciosos y humanizados parques, la animada vida diurna y nocturna, lo saludables que son sus habitantes y la energ'ia que despliegan a todas horas.

Manana partimos hacia Moreton island, a pocos kil'ometros en la bah'ia. Esperamos ver ballenas y dar de comer a los delfines en la playa.

Susana est'a en el hotel editando un nuevo cap'itulo de Fauna Aussie que pronto ver'a la luz... avisados quedais.

Ave!

Brisb c las chicas

Moreton Island

A pocas millas de la desembocadura del río Brisbane, cerrando la bahía de Moreton, se encuentra una isla arenosa de más de 30 kilómetros de longitud, la segunda más grande del mundo, con unas dunas enormes y grandes cantidades de agua dulce a escasos 2 metros de profundidad. Un verdadero oasis, rodeado de increíble fauna marina: ballenas, delfines, dugones, mantas-raya, tortugas, tiburones (ví uno rarísimo justo debajo del muelle a un metro de profundidad), pelícanos… Ahí hemos recalado unos días para ir a avistar a las ballenas jorobadas en su migración anual hacia aguas más cálidas y dar de comer a los delfines que llegan al atardecer a la playa. Observar de cerca las piruetas de los delfines y tener la suerte de ver un par de saltos de las ballenas ha sido sin duda la mejor parte de la estancia, porque por lo demás la comida del hotel era tan mala que hemos pasado a fruta los tres días… llegamos desmayadas de hambre a tierra firme y nos fuimos directas al JoJo´s para devorar sendos platos de carne y salmón a la parrilla. Debía ser una hora bastante extraña para comer, porque el sitio estaba desierto y los camareros nos miraban zampar con una mezcla de sorpresa y simpatía.
Moreton Island

Ya más repuestas hoy vamos a recoger nuestra nueva campervan para explorar esta zona alrededor de Brisbane

viernes, 11 de julio de 2008

Carnarvon Gorge

3 días de implacable conducción hacia el este a lo largo de la Capricorn highway, que sigue en paralelo la línea del trópico de capricornio, nos separaban de la capital del estado.
Por el camino hicimos un par de interesantes paradas; una en Longreach para ver el Stockman Hall of Fame, algo así como el museo de enaltecimiento del vaquero pionero, inaugurado en 2002 con gran fanfarria para atraer a miles de visitantes (blancos) nostálgicos de los “buenos viejos tiempos” y donde se cantan alabanzas a los primeros colonos (blancos) y queda constancia de la dureza de la vida de campo (de los blancos) hasta hace bien pocos años. Es cuando menos curioso observar que de la primera sala, donde se cuenta la historia geológica del continente desde hace cientos de miles de años, se pasa casi sin transición a la segunda sala en la que se habla de los exploradores blancos del siglo XIX. Mmmmm ¿no había nada ni nadie antes? El caso es que a mi me suena algo de unos aborigencillos que llevan por aquí unos 60.000 años…bah, no tendrá importancia.

La segunda parada fue en Carnarvon Gorge, una garganta cavada en caliza con sorprendente y lustrosa vegetación (hay incluso bosquecillos de helechos gigantes muy primitivos), en la que algunas familias de aborígenes pasaban temporadas. O algo. Porque como no dejaban rastro, pues nadie sabe ni cuántos eran, ni cuándo venían, ni qué hacían ahí. Todo son conjeturas. Lo que sí dejaron en algunos abrigos rocosos fue la silueta de sus manos y de sus boomerangs y hachas de piedra, utilizando la misma técnica que los habitantes prehistóricos del Mediterráneo, es decir, soplando una pintura contra la pared por encima de estos instrumentos.
Carnarvon Gorge

El outback

¿Quién nos iba a decir que veníamos al desierto a conocer el primer mercado de valores de Australia? Pues sí, la bolsa apareció en esta parte del mundo a mediados del siglo XIX en la “ciudad” de Charters Towers. Aquí se desató una repentina fiebre del oro que atrajo buscavidas de todo el mundo y levantó inmensas fortunas en pocos años.
Nadie diría que este anodino y apacible “conjunto de casas” fue en su día una de las más prósperas ciudades de Australia y foco de inmigración internacional, si no fuese porque los entusiastas y eficaces jubilados voluntarios del centro de información turística mantienen vivos los fantasmas bajo la humilde y ya descolorida arcada comercial del Stock Exchange.


Celia debió de quedarse muy pensativa sobre los buenos viejos tiempos de la fiebre del oro mientras conducía la camper hacia el sur y Lile, que iba de copiloto, seguramente pensaba en una cálida playa de aguas azules (y sin cocodrilos, of course), porque los árboles empezaron a escasear y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos camino de la remota ruta de los dinosaurios, al oeste, adentrándonos en el outback… Ya me parecía a mí que el sol no podía ponerse por el sur por más que este país sea un tanto rarito…
De perdidas al río (o más bien al desierto), así que decidimos relajarnos y disfrutar del “pequeño rodeo”. Al caer el sol nos apartamos del camino espantando algunos canguros y avutardas y acampamos.


No podía haber primera noche en el outback sin la correspondiente fogata, así que mientras Lile y Susana preparaban un buen agujero en la tierra, lejos de la maleza, Celia y yo recogíamos leña por los alrededores. Afortunadamente estábamos bien provistas de tintorro, mazorcas y carne para asar. ¿¿Qué más se puede pedir bajo la noche estrellada??

La carretera entre Hughendon y Winton fue un delicioso descubrimiento. Aprendimos y pusimos en práctica el saludo del outback (consistente en levantar indolentemente el dedo índice de la mano derecha sin soltar el volante mientras te cruzas con otro vehículo), aunque para Secades esto era demasiado poco entusiasta, así que inventó la variación del brazo en alto tipo “Heil, Hitler” con lo que dejaba bastante desconcertados a los escasos conductores en sentido contrario.

Se nos hizo un poco largo este trecho, aparte de porque es largo y el firme está en pésimas condiciones, porque cada dos por tres descubríamos una bandada de avutardas gigantes, o una pareja de emus, o un jabalí, o una familia de canguros al lado de la carretera, con la consiguiente parada y persecución a pie por los matorrales de pinchos cámara en ristre.

Llegamos a Winton con la ilusión de ver “algo real” sobre los dinosaurios, porque la maqueta de cartón piedra y la foto colgada en el centro de visitantes de Hughendon el día anterior no nos habían parecido muy excitantes. Triste peregrinar el nuestro, porque resultó que lo único que hay real son unas huellas fosilizadas a más de 100 km. al sur del pueblo por una pista en mal estado. La chica de la oficina de turismo me miró compasivamente cuando le señalé nuestro poco discreto vehículo a través de la ventana: “No way, it is too big; you need a 4WD.” Bah, este pueblo es una bobada. Pues vaya mierda de huellas, las de Enciso en La Rioja son mil veces mejores, y encima también hay huevos fosilizados. ¡Hala!. Para consolarnos entramos en un pub a tomar unas sidras, no sin cierto titubeo a causa de la fijeza de las miradas de los locales acodados en la barra. Pero al cantinero no pareció impresionarle demasiado que desfiláramos cinco sílfides, una detrás de otra, y nos encaramásemos a sendos taburetes botellín en mano. ¿Sois españolas verdad? Nos miramos alucinadas. ¿Y éste cómo lo sabe? ¿Caen muchos españoles por aquí? Pues no, la verdad, creo que no recuerdo ninguno en mucho tiempo, pero es que a mi me gusta mucho España, en mi próximo viaje tengo que recorrer la costa norte, porque por el sur hace mucho calor y de eso ya tenemos bastante por aquí.

Y digo yo que este señor debía de tener un altísimo sentido del deber para con sus clientes, porque si no no me explico cómo ha podido soportar la idea de volver a este pueblo y ponerse otra vez detrás de la barra de este pub a ver día tras día a sus paisanos después de haber estado de vacaciones comiendo paella en una playa de España. Y tan contento.

Pero Winton es famoso por algo más y es que aquí compuso Banjo Patterson la famosa marcha del Waltzing Matilda, himno oficioso de los australianos y se tocó por primera vez en un hotel de este pueblo. Es de creer que Banjo había pasado un bueeen rato acodado en la barra del pub de nuestro amigo antes de componer la cancioncilla, porque por más vueltas que se le den a la letra no hay quién la entienda…
Outback Queensland

jueves, 3 de julio de 2008

Conduciendo la nave nodriza por estas carreteras de dios

Algo que nos ha parecido bastante auténtico, a la par que potencialmente mortífero (mucho más que los cocodrilos o las serpientes) han sido los “Road Trains”, los trenes de carretera, inmensos camiones, de unos 50 metros de longitud, que arrastran tres o cuatro remolques, habitualmente cargados de mineral, ganado u otros productos pesados. Se bambolean bastante y como viajan a unos 100 km/h digamos que tendrían alguna que otra dificultad en frenar de repente, así que hay que cederles el paso vengan por donde vengan, bien sea que te los cruces de frente o bien que los veas aproximarse por el retrovisor.
Esta operación podría parecer sencilla en cualquier autopista, pero hay que tener en cuenta dos factores importantes, a saber:
1. Viajamos en la NAVE NODRIZA (recordemos: más de 3.500 kilos, dos salones convertibles en dormitorio, cocina, baño, Tv, trastero…) es decir, que si no fuese porque es toda de una pieza y no arrastra remolque casi podría ser considerada Road Train y merecer el respeto de que se le cediera oportunamente el paso.
y 2. en estas “carreteras” la mayor parte del tiempo sólo existe un carril. Uno sólo para ambos sentidos. No dos, no. Uno. Uno para ir y el mismo para venir. Es decir, que cederle el paso a alguien implica literalmente salirse de la carretera y lanzarse de cabeza a una cuneta polvorienta y no muy nivelada que digamos. Si uno lleva un todoterreno no pasa nada, se frena, pega unos botes y se incorpora ágilmente al asfalto de nuevo, pero hay que tratar de imaginarse a la Nave Nodriza de 3.500 kilos con su escasa capacidad de frenada y sus casi tres metros de ancho, maniobrando rápidamente cuando aparece de pronto un camionazo en lontananza para quitarse del paso. Las cinco tripulantes aguantamos la respiración, cerramos los ojos y rezamos por que el camionero de turno pueda cedernos unos palmos por si la cuneta cede bajo nuestro peso. Normalmente bendecimos la polvareda que sigue a la operación, porque eso quiere decir que seguimos vivas. Lo peor suele ser cuando el camión nos adelanta, porque el proceso puede llevar 10 ó 15 angustiosos segundos y a la polvareda final acompaña un denso y persistente olor a caca de vaca.

Estábamos tan contentas pensando que debíamos la vida a nuestra pericia conductora cuando hemos parado en una gasolinera al atardecer. Allí bebían cerveza dos chicarrones bigotudos y cuando he entrado uno se dirige a mí sonriendo: “qué, dan miedo los camiones ¿verdad?”. “Pues sí, la verdad”, le respondo (¿cómo lo sabrá este?). No os preocupéis, me dice, hace rato que voy detrás de vosotras y aviso por radio a los camiones que vienen de frente para que tengan cuidado con esa caravana tan grande que lleváis.
Me quedé de piedra.
¿Lo dices en serio?
Sí, claro, todos vienen de la mina donde trabajamos y estamos conectados por radio.

Así que no éramos nosotras, sino que teníamos a toda la carretera preocupada de nuestra integridad!!!!
A continuación se ofrecieron a escoltarnos hasta el alojamiento más próximo (a unos 130 kilómetros), espantándonos a los posibles canguros y avisándonos de los road trains que pudiesen venir.
No nos han dejado hasta la puerta misma del camping, donde se han asegurado amablemente de que estábamos “safe & sound” sanas y salvas.

Estos bushies son sorprendentes. No sé qué hubiese sido de nosotras hoy sin su ayuda.

Undara N.P.

En busca del outback. Undara N.P.

No había tiempo que perder, así que salimos enseguida hacia el interior de Queensland, a ver si podíamos experimentar un poco de esa soledad que dicen que se encuentra en el tan cacareado outback, pero … ¿qué es exactamente y dónde empieza el outback? ¿cómo sabes que ya estás ahí? Aún no lo tenemos claro, vamos a tener que hacer otra encuesta para que alguien nos ayude… o tal vez conducir unos cuantos cientos de kilómetros más…
Ya hemos perdido la cuenta de los kilómetros recorridos, pero esta savana de eucaliptos no termina nunca y yo no le llamaría precisamente desierto a este paisaje, por más que pueblos, lo que viene a ser un pueblo propiamente dicho, no hayamos visto ni uno desde ayer por la mañana.
Nos ha gustado mucho caminar por dentro de los túneles de lava de Undara Nacional Park, un parque con más de 40 volcanes de unos 200.000 años de antigüedad, cuya principal erupción causó coladas de lava que alcanzaron hasta 160 kilómetros de distancia, algunas de las cuales formaron inmensos túneles que se pueden visitar.
Aquí viven los wallaroos, un tipo de canguro a medias entre el wallabie y el kangaroo (de ahí su nombre, supongo - estos no se comen mucho la cabeza-) que es la única especie diurna de canguro y además disfruta de lo lindo comiéndose los complementos alimenticios de las vacas en sus propias narices. Se les puede ver arracimados en torno a los comederos de las vacas poniéndose las botas.

¡Tiburón a la vista!

Anteayer tuvimos un día muy completo en la Gran Barrera. Tenemos que reconocer que, después de probar el saborcillo del bush y de la lluvia en el bosque tropical, nos daba cierta pereza pensar en actividades acuáticas, más aún imaginar dos horas metidas en un aburrido barco lleno de japoneses gritones, pero no íbamos a pasar por Cairns sin acercarnos a la Gran Barrera de Coral… así que sacamos fuerzas de flaqueza y nos decidimos a contratar un tour organizado (la única manera, por otro lado, de acercarse a conocer esta maravilla de la naturaleza).
Pasamos un día muy entretenido buceando en dos sitios diferentes del arrecife, vimos muchísimos más tipos diferentes de peces y de corales de los que podría soñar en toda su vida un equipo completo de creativos publicitarios, incluso un pequeño tiburón nos sorprendió pasando distraído a pocos metros bajo nuestros tubos de snórkel.
Susana y yo también nos animamos a probar la sensación buceando con botellas y bajamos a unos 10 metros de profundidad.
Terminamos el día sobrevolando en helicóptero la hermosura de azules y verdes de los arrecifes. No es fácil describir la sensación tan maravillosa de mecerse en el aire con ese paisaje espectacular a nuestros pies. Siempre se nos hace demasiado corto…

sábado, 28 de junio de 2008

Daintree N.P y Cape Tribulation

De nuevo tenemos nombrecito gracias a las desventuras del consabido Cook, que atolló el endeavour en la barrera de coral y tuvo que recalar en esta costa hasta que lo consiguieron arreglar para seguri viaje. (Y digo yo, menudo salchucho que armarían en la barrera ¿no? luego nos dicen a nosotros que no pisemos ni toquemos los corales, pero habría que haberlos visto a ellos chapoteando alrededor del barquito encallado...)
En fin, el caso es que esta zona de cerrrada selva es muy bonita y hemos hecho varios paseos por el oscuro interior de la fronda, admirando las torcidas lianas y aprendiendo sobre las diferencias entre el bosque lluvioso y el manglar, que se juntan cerca del mar.
Además hemos tenido suerte de conocer en primera persona a algunos de los más llamativos habitantes del lugar: el cocodrilo de estuario (alias "saltie"), el cassouary (creo que en español se llamaría casuario), una de las más mortíferas (y más habituales) serpientes: la serpiente arborícola, que descansa plácidamente en las ramas o las hojas de las pamas para poder saltar sobre su presa cuando lo estime conveniente y la rana arborícola de labio blanco. No, no es de plástico, aunque lo parezca...

2008-06-26 Daintree

Tirolina

El cuerpo pedía más aventuras, así que, aunque ayer amaneció lloviendo, nos animamos a subir a las copas de los árboles para conocer el bosque húmedo en todo su esplendor, deslizándonos por unas tirolinas a muchos metros sobre el suelo.
Celia sufrió un poco, pero al final se atrevió a pasar el último tramo ¡cabeza abajo!
Muy divertido pero muy corto... eso sí, no nos pudimos olvidar de la aventura en todo el día porque dejó un recuerdo en forma de asqueroso aroma en el pelo... ¡¡¡qué laven esos cascos por diooooooooooooossssssssssssss!!!

Habitantes de las duchas

¿A quién se le ocurre irse a duchar a las 11 de la noche? Pues a mi, señores. Ahí me tenéis, pisando fuerte con las chanclas por el césped del camping en la oscuridad para espantar a las posibles serpientes que pudiese haber; cubierta sólo por la toalla y armada con mi gel enciendo la luz de la ducha y me encuentro a un sorprendido habitante nocturno del húmedo lugar: ¡una rana! A duras penas conseguí echarla con cuidadosos aspavientos (porque una rana podrá parecer bastante inofensiva en nuestras charcas ibéricas, pero hay que tener en cuenta que aquí todos los bichos muerden, escupen o pican con mortales venenos) y quedarme con la ducha para mi solita.

Aventura en Cape Tribulation Camp

Estamos las cinco en la “nave nodriza” charlando después de cenar cuando de pronto: Knock, knock, knock!! Aparece la vecina danesa: necesito ayuda, a mi hijo le ha picado uno de esos bichitos que meten la cabeza debajo de la piel y chupan la sangre y no sé qué hacer. Celia y yo le damos la solución al unísono: hay que probar con aceite y si no sale, abrasarlo con un cigarrillo encendido; eso sí, nada de tirar del bicho porque si se queda la cabeza debajo de la piel se le puede infectar. Nos quedamos tan tranquilas mientras la danesa iba corriendo a poner en marcha la operación garrapata con su pobre hijo adolescente, cuando a los pocos minutos oímos unos quejidos y todas nos arracimamos en la ventana para observar los manejos de la familia al completo sobre el torso desnudo de un muchachito rubio cual querubín. Celia y yo nos miramos y decidimos salir al rescate, seguidas por Susana que no se lo quería perder. La madre, siguiendo nuestras instrucciones al pie de la letra, empuñaba un cigarro encendido y el pobre chaval resistía con los dientes apretados mientras el padre alumbraba con una linterna. A ver, a ver, metimos las tres las narices y los focos de nuestras linternas. Celia, que hace pocas semanas le había quitado una garrapata a su perra dijo “Uy, qué pequeña es, esto lo arreglo yo en un minuto, ¡pinzas!” Y empezó la operación… yo no quise ver más y me esfumé, pero al poco rato vino la doctora triunfante. ¿Qué ha pasado? “Nada, ya está, lo he destripado con las pinzas y se ha quedado la mitad dentro, pero eso el cuerpo lo expulsa, les he dicho que le pongan un poco de betadine, seguro que mañana no tiene nada.” Y se quedó tan ancha. Lo mejor fue que la madre también se quedó tranquila, obviamente obnubilada con el aplomo de la doctora Secades. ¡¡Menos mal que no la conoce como nosotras!! En fin, para cuando el pobre niño haya muerto nosotras ya estaremos lejos…

La nave nodriza

“Sorry, no tenemos la camper que habían reservado, así que les hemos asignado una de tamaño mayor, para seis personas, por el mismo precio.”
Yo abrí mucho los ojos porque ya había visto antes campers para 6 personas. Pero Celia daba saltitos de contenta y decía, ¡qué bien, qué bien, nos dan una más grande, vamos a ir como reinas! Arancha y Lile, más prácticas, pidieron verla antes. Está ahí fuera, ahora mismo se la abro.
Salimos las cinco al patio y nos topamos con EL CAMIÓN. La camper más grande que habíamos visto en los 3 meses de viaje. Más de 3.500 kilos. Cocina tan grande como la de mi casa, dos salas de estar diferentes convertibles en confortables camas dobles y otra cama en una segunda altura, microondas, baño completo, trastero para las sillas y mesas de camping ¡hasta tele con DVD! Podíamos estar las cinco a la vez de pie sin estorbarnos mucho. Parecía una nave nodriza. Muy confortable, sí, pero ¿¿quién va a ser la guapa que conduzca este trasto?? ¡¡y encima por la izquierda!!
Después de una acalorada discusión (yo conduzco, yo ni de coña, que sí mujer que no es pa tanto, que cómo voy a ir yo por el mundo al volante de este camión…) nuestra valiente y arrojada amiga Celia se ofreció a conducirlo en exclusiva durante toda la semana.

Nave Nodriza

Llegan las niñas

El lunes 23 de junio llegaban Celia, Arancha y Lile a visitarnos durante un par de semanitas, así que enfilamos hacia el aeropuerto de Cairns para recogerlas.

Puntuales aunque desmayadas después del laaaaargo vuelo desde España aparecieron las tres, en un estado un tanto lamentable. Celia sin maleta gracias a British Airways (cuatro días más tarde nadie de la compañía ha contactado aún con ella para darle razón de su maleta ni ofrecerle compensación alguna). Decidimos llevarlas a una tranquila playa para que reposaran y comieran algo. Y a continuación nos encaminamos a alquilar su camper.

Navegando por las Whitsunday Islands

Hemos pasado un par de días navegando en un velero por las Whitsunday Islands, para variar nombradas por el "capitán" Cook, aunque en este caso se equivocó de fecha por el cambio de día al atravesar la línea horaria y en realidad llegó un lunes de Pascua, no el domingo. De todos modos les ha parecido mucho más atrctivo dejar el nombre del domingo de pascua para que los turistas vengan como moscas al prometido relax.

No nos parecieron nada del otro mundo, a excepción de la maravillosa playa de Whithaven, de arenas ondulantes y someras aguas azul turquesa, donde pudimos ver mantas-raya que escapaban velocísimas rozándonos los piesa un palmo de profundidad.

Tuvimos oportunidad de hacer snórkel (eso sí, provistas del correspondiente y poco glamuroso trajecito antipicaduras) y ver montones de pececillos de colores entre los alucinantes corales. Es todo un poema (a la par que bastante inquietante para alguien de tierra adentro) nadar con la nariz a pocos centímetros de formaciones coralinas de las más variadas formas y colores imaginables sabiendo que en cualquier momento puede aparecer un tiburón del arrecife, una manta gigante o cualquier otro bichejo ponzoñoso inesperado.

2008-06-22 Whitsunday Islands

miércoles, 18 de junio de 2008

¡¡¡ FELICIDADES MAMÁ!!!

felicidades mamá!
Te mandamos un beso enorme desde aquí. Haznos un gran favor y disfruta todo lo que puedas, derrocha alegría y solamente deja un poquito para compartirla con nosotras cuando lleguemos.

Me he acordado mucho de ti cuando vi los canguros. Son preciosos y riquísimos.

martes, 17 de junio de 2008

¿Existen de verdad los ornitorrincos?

Esta sería, sin duda, una buena pregunta para hacer en la encuesta del blog.

Si un animal de verdad ha despertado mi curiosidad desde que de pequeña ví alguna foto o leí algo sobre él, es el ornitorrinco. También los tigres y los monos y las jirafas… sí, pero esos siempre sospeché que algún día cuando fuese mayor iría a verlos. Además, esos están en el Zoo, se pueden ver en carne y hueso. Pero ¿y el ornitorrinco? ¿no será una invención como el Yeti, o una calentura fantástica de algún explorador inglés del siglo pasado que quiso ganar alguna apuesta de su club de caballeros? Mamífero, con pico de pato y patas palmeadas, que pone huevos y vive en los ríos remotos de Australia… hummm, demasiado raro ¿no?. De verdad, este sí que nunca sospeché que de verdad existiera. Mucho menos aún que algún día de mi vida mis ojos pudieran dar fe de ello. Así que cuando hemos leído en la (santa) Lonely Planet que existe un lugar donde hay posibilidad de verlos nadando en su río (haciendo edredoning, como dice Susana), no lo hemos dudado ni un minuto y hemos conducido todo el día para llegar justo antes de la puesta de sol al lugar indicado.

No vamos a hacer ninguna encuesta, porque nosotras ya tenemos la respuesta y nos morimos de ganas de contároslo: ¡¡sí, existen!!¡¡Los acabamos de ver con nuestros propios ojos!! Son reales. Y tienen ese pico redondeado y esa cola achatada y unos ojillos amarillos brillantes, pero son mucho más pequeños de lo que nos imaginábamos, unos 40 cm. de la punta del pico al final de la cola .
Bucean casi todo el rato y de cuando en cuando salen a la superficie, igual que los patos o las tortugas, descansan cuan largos son unos segundos y se vuelven a zambullir.
Al ver el primero, Susana y yo estábamos tan emocionadas que no podíamos ni movernos y luego nos ha costado atinar con la cámara. Las fotos no serán gran cosa, pero esperad a la primera entrega de “Fauna Aussi” que está preparando Ediciones León Morillo… je je je
Ornitorrinco

Magnetic Island

Hartitas estamos del capitán (sic) Cook y los nombrecitos que puso a los distintos puntos de la geografía antipodeña. Capitán no sería, pero tenía bastante imaginación y tesón para nombrar cada rincón de este continente. Y aquí se le antojó que esta isla era magnética porque al pasar por ahí su brújula dejó de funcionar. Pero gracias a eso los actuales habitantes de esta zona tienen un excelente argumento de venta (recordemos que estamos entre genios del marketing) para arrastrarte a pasar todo el día en la islita de marras. Al final la excursión no estuvo mal, porque alquilamos unas scooter pachangueras y nos lo pasamos pipa “moscardoneando” de playa en playa. Incluso pudimos ver un koala tiernamente abrazadito a su rama.

Magnetic Island

Mercado dominical en Mareeba

Al salir de Mareeba descubrimos encantadas un mercadillo dominical, así que paramos rápidamente la furgo para aprovisionarnos. Pronto comprobamos que en la mayoría de los puestos venden frutas tropicales, muchas de las cuales no habíamos visto jamás y otras con formas tan diferentes que no reconocemos, como los “pomelos” (en inglés) que no son ni más ni menos que pomelos gigantes (del tamaño de un melón pequeño) y mucho más dulces que los nuestros, o las chirimoyas, que aquí son enormes y tienen una forma tan rara que les llaman “mamuts”. También había una fruta cuya pulpa sabe a chocolate y una especie de limones que llaman “lemonade” y que no son ácidos, saben a limonada.
Lo más gracioso fue hablar con los agricultores-vendedores y comprobar que ninguno era australiano, al menos de nacimiento. Un hombre bajito y muy moreno se nos acerca con una sonrisa de oreja a oreja, “¿por qué sonríes tanto?” le pregunto, “¿¿y cómo no voy a sonreír si se han acercado a mi puesto las chicas más guapas del mercado??” Italiano, claro. Calabrés. Al oírnos hablar en una mezcla de italiano y español se acerca otro moreno del puesto de enfrente y nos habla en español. Veneciano. El calabrés agarra una pandereta y una harmónica y ameniza el rato.

Nos vamos felices y contentas con varios kilos de papayas, mandarinas, pomelos y plátanos enanos. ¡Menudo festín!

Amanece en el bush

El sol acaba de asomar por encima de una nube rasa en el horizonte y en un segundo todos los eucaliptos cambian el pijama verde oscuro por el salto de cama amarillo dorado. Cada minuto que pasa aumenta la variedad y cantidad de silbidos, graznidos y cantos de pájaros, algunos incluso estruendosos. Dos kukaburras se pelean en la copa de un árbol.
Me desperezo encima de la enorme roca redondeada, que me sirve de mirador sobre la extensa savana de eucaliptos. Estoy descalza y puedo sentir el frío del granito, aunque el sol ya empieza a calentar y la temperatura es perfecta. Inspiro profundamente y me lleno de aire balsámico, ¡si pudiera guardarlo en un bote para respirarlo cuando esté lejos de aquí…!
A lo lejos, allí abajo, se oye el rumor del riachuelo que salta de poza en poza entre los bolos graníticos que en esta parte asoman a la superficie arenosa del bush y forman un paisaje precioso e inesperado. Salvando las distancias, se podría decir que esto es la Ciudad Encantada de Mareeba.
El campamento está aún dormido, pero con la luz han desaparecido todos los wallabies que ayer por la noche pastaban ruidosamente alrededor de la camper.

Vuelvo sigilosamente, procurando no despertar a la “wallabie mayor”, Susana para los amigos, y empiezo a preparar el desayuno, pero el espacio es tan pequeño que no se puede ser muy silenciosa, así que enseguida oigo un gruñidito…¿dónde está mi desayuno?

¡Qué a gusto estoy!

Ay, qué paz, qué descanso, qué olor a sano a limpio, qué soledad tan rica… Qué bien se está en este camping tan increíble al que llegamos ayer de casualidad, y se podría decir que a saltitos, ya que acabamos aquí en busca de los wallabies, los hermanos pequeños de los canguros.

Los wallabies aquí están encantados de la vida con nosotros, los turistas, que les llenamos la panza a base de bolsitas de comida que nos vende la señora yugoslava que atiende la recepción de este parque.

El paseo por entre los enormes bolos de granito y con vistas al bush o sabana australiana fenomenal, siempre acompañadas de los animalitos saltarines esperando a que sacáramos del bolsillo más golosinas para ellos.

Repetimos noche en el camping del parque, se estaba tan bien, pero tan bien… Por la mañana fui a correr acompañada de una habitante permanente del lugar, una tranquila perra de color marrón a la que no le gusta que la agobien, pero siempre quiere estar a una distancia no demasiado grande para sentirse acompañada y cuando la miras piensas que si ella está tranquila y tan segura de estar dónde más le gusta es porque todo el universo está en armonía y nada malo ocurrirá… Así que para qué moverse de allí.

El segundo día fuimos a un humedal llamado Mareeba Wetlands en el que se supone que viven un gran número de cocodrilos de agua dulce. Al llegar, efectivamente da esa sensación, parece que de un momento a otro vas a sentir unos ojos saltones que te miran fijamente. Pero todo quedó en una ilusión visual. La encargada de la zona nos comentó que sólo hay una pareja de cocodrilos y que con mucha suerte se pueden ver en un rincón alejado el rato que se ponen a tomar el sol por las mañanas y que con los primeros visitantes de turno se escapan lejos del ir y venir de los humanos. De todos modos el camino hasta allí nos encantó, recordaba, en cierto modo, a algunas partes de África. Era una gran extensión llana, con enormes árboles diseminados entre la hierba amarilla que cubre el suelo… Espero que os lo podáis imaginar.

Al día siguiente nos levantamos prontito, recogimos bien nuestra particular casita-furgo y emprendimos camino al sur.



Cairns - alrededores

Cairns y Atherton Tableland

Según aterrizamos en Cairns ya se nota el trópico: lluvia de gotas gruesas que se evapora sobre el suelo caliente en pocos minutos.
Cogemos nuestra nueva camper y empezamos a explorar. Es fiesta porque celebran el cumpleaños de la Reina (pero... ¿¿¿¿ qué reeeeeinaaaaa????) y las calles están desiertas, no hay tráfico, las tiendas cerradas a cal y canto, parece que ha caído la bomba H. Incluso tenemos dificultades en encontrar un restaurante abierto donde nos den una ensaladita o alguna cosa poca, porque estamos desmayadas de hambre.

Pronto nos desencantamos: vaya, vaya, en Cairns no hay playa, sólo un lodazal; seguimos hacia el norte a ver las tan cacareadas “playas del norte” y encontramos en todas ellas grandes carteles advirtiendo de los peligros: medusas venenosas (mortales algunas) y cocodrilos, en algunas playas advierten además contra los tiburones. Para bañarte de forma segura hay que ponerse un trajecito a prueba de picaduras de medusas, una especie de burka acuático que cubre todo el cuerpo, los venden incluso con capucha, guantes y calcetines. Muy bonito, sí señor, muy favorecedor el modelito. Yo no me he atrevido a leer todas las consecuencias de una picadura de medusa porque dan mareos. ¿Y trajecitos contra la mordedura de los cocodrilos no venden? Pero además, quién va a querer bañarse con este agua color marrón-charco fangoso??? (seguro que a los Croquies, como les llaman aquí, les encanta este colorcillo). Dicen que es por las lluvias de los últimos días… ya veremos… ¡Ay, mar Mediterráneo, cómo te echamos de menos!

domingo, 8 de junio de 2008

¡Aúpa, Rafa!

Aquí estamos, en Melburne, empaquetando de nuevo las cosas y siguiendo por internet la final de Roland Garros, Rafa le está dando una buena paliza a Federer ¡¡qué pena no poder verlo!!

Esta noche hemos cenado en la bulliciosa Lygon St. (el barrio italiano) con Graham y Rowen y hemos recordado los viejos tiempos de los comienzos de Los Amigos, donde Graham fue el primer empleado.

Y mañana volamos por fin a Cairns, ya tenemos ganas de calorcito y playa. Nuestra nueva campervan estará esperándonos a la salida del aeropuerto.
Esta semana ha sido tranquila en la gran ciudad, que se nos ha hecho mucho más llevadera que Sydney en gran parte gracias a la hopitalidad de Alejandro, que nos ha cedido amablemente la cama de su precioso y céntrico apartamento durante estos días. ¡Gracias Ale, hemos estado como en casa!

También ha habido emociones fuertes (no podían faltar), esta vez en foma de marsupiales boxeadores y osos peluchosos, amén de un torrrrpe tropezón de la menda que resultó en un ERROR FATAL de la tarjeta de memoria de la cámara y el objetivo de la misma a la virulé, de modo que, de nuevo, SORRY, no hay fotos.
Y ya van tres cámaras y tres tarjetas de memoria en este viaje... ¡qué cruz! (y qué pastón, claro...)
El caso es que hemos hecho el famoso viaje de la famosa Great Ocean Road. Como te meten tanto miedo con que si curvas y que si precipicios, pues contratamos una excursión en lugar de alquilar un coche. ¡Ay, pajarillos! éstos no han subido a los lagos de Covadonga, ni el puerto de la Bonaigüa, ni han hecho la carreterita de Sitges... ni tampoco han bajado al volcán ese de Madeira, ni han recorrido las sinuosas alturas de la península de Otago al anochecer. Eso sí, ¡quítense el sombrero ante los genios del márketing! ya podemos ir aprendiendo a vender nuestro país... penita damos.
No hay backpacker que se precie que no se haya dejado el culo chato en un minibús Ocean Road arriba y Ocean Road abajo. Parada para ver koalas encaramados a los eucaliptos al borde de la carretera, que no se sabe si son de peluche o de verdad, porque están en la misma posición y tienen el mismo aspecto que los de las tiendas del aeropuerto. ¡Sí, son tan ricos como parecen! una monada.
Parada en varias de las espectaculares formaciones semiderrumbadas de arenisca erosionada por el mar y el viento. Precioso color rojizo de la roca que al atardecer luce sus tonos más atractivos. Corremos para atrapar el último helicóptero que sobrevuela la costa (parece que con los helicópteros nos pasa siempre lo mismo...) ¡hop! arriba!!! esta vez en un vuelo privado para las dos. Maravillosas vistas (y maravillosas fotos que no se pueden descargar de la tarjeta estropeada...).

Hemos decidido sacarnos el carné (o lo que sea) de perrito piloto de helicópteros. ¡¡¡Esto es una GOZADA!!!!

Y por la noche, tras una cena horrorosa en un sitio recomendado por nuestro desafortunado guía, confraternizamos con nuestros compis de viaje al calor de un riquísimo shiraz (variedad de vino tinto) durante las útimas horas de autobús hacia el parque nacional de los Grampians. A medida que nos acercamos al parque, ya de noche, los canguros empiezan a hacer aparición saltando como locos a la carretera o mirándonos desde las cunetas.
De pronto vemos un montón de ellos a la derecha y el conductor para el bus: hemos llegado al albergue ¡¡y los canguros cenando en la pradera de enfrente!! Por supuesto no podemos esperar y nos lanzamos linterna en mano a ver de cerca a tan maravillosos animales. SON PRECIOSOS. También son igual que en la tele, no vamos a descubrir ahora los grandes misterios del canguro, pero nos dejan boquiabiertas y encantadas con su candor y con la potencia de sus patas brincadoras.
Al día siguiente madrugamos para volver a buscarlos antes de que se retiren, vemos a una familia entera pastando entre los jardines de las casas y alrededor del campo de fútbol del pueblo. Dos de ellos se pelean dándose manotazos y patadas, igual que los niños. Llega un perro que los asusta y uno de ellos huye brincando por nuestro lado: ¡menudo ruido hace con las patas al saltar!
Da gusto verlos. Esperemos que Susana pueda editar pronto el vídeo, porque de las fotos ya hemos hecho el funeral...

¡¡¡¡¡¡¡¡¡Rafa ha ganado!!!!!!!!!!!!! ¡¡¡Enhorabuena campeón!!!

Melbourne