sábado, 28 de junio de 2008

Daintree N.P y Cape Tribulation

De nuevo tenemos nombrecito gracias a las desventuras del consabido Cook, que atolló el endeavour en la barrera de coral y tuvo que recalar en esta costa hasta que lo consiguieron arreglar para seguri viaje. (Y digo yo, menudo salchucho que armarían en la barrera ¿no? luego nos dicen a nosotros que no pisemos ni toquemos los corales, pero habría que haberlos visto a ellos chapoteando alrededor del barquito encallado...)
En fin, el caso es que esta zona de cerrrada selva es muy bonita y hemos hecho varios paseos por el oscuro interior de la fronda, admirando las torcidas lianas y aprendiendo sobre las diferencias entre el bosque lluvioso y el manglar, que se juntan cerca del mar.
Además hemos tenido suerte de conocer en primera persona a algunos de los más llamativos habitantes del lugar: el cocodrilo de estuario (alias "saltie"), el cassouary (creo que en español se llamaría casuario), una de las más mortíferas (y más habituales) serpientes: la serpiente arborícola, que descansa plácidamente en las ramas o las hojas de las pamas para poder saltar sobre su presa cuando lo estime conveniente y la rana arborícola de labio blanco. No, no es de plástico, aunque lo parezca...

2008-06-26 Daintree

Tirolina

El cuerpo pedía más aventuras, así que, aunque ayer amaneció lloviendo, nos animamos a subir a las copas de los árboles para conocer el bosque húmedo en todo su esplendor, deslizándonos por unas tirolinas a muchos metros sobre el suelo.
Celia sufrió un poco, pero al final se atrevió a pasar el último tramo ¡cabeza abajo!
Muy divertido pero muy corto... eso sí, no nos pudimos olvidar de la aventura en todo el día porque dejó un recuerdo en forma de asqueroso aroma en el pelo... ¡¡¡qué laven esos cascos por diooooooooooooossssssssssssss!!!

Habitantes de las duchas

¿A quién se le ocurre irse a duchar a las 11 de la noche? Pues a mi, señores. Ahí me tenéis, pisando fuerte con las chanclas por el césped del camping en la oscuridad para espantar a las posibles serpientes que pudiese haber; cubierta sólo por la toalla y armada con mi gel enciendo la luz de la ducha y me encuentro a un sorprendido habitante nocturno del húmedo lugar: ¡una rana! A duras penas conseguí echarla con cuidadosos aspavientos (porque una rana podrá parecer bastante inofensiva en nuestras charcas ibéricas, pero hay que tener en cuenta que aquí todos los bichos muerden, escupen o pican con mortales venenos) y quedarme con la ducha para mi solita.

Aventura en Cape Tribulation Camp

Estamos las cinco en la “nave nodriza” charlando después de cenar cuando de pronto: Knock, knock, knock!! Aparece la vecina danesa: necesito ayuda, a mi hijo le ha picado uno de esos bichitos que meten la cabeza debajo de la piel y chupan la sangre y no sé qué hacer. Celia y yo le damos la solución al unísono: hay que probar con aceite y si no sale, abrasarlo con un cigarrillo encendido; eso sí, nada de tirar del bicho porque si se queda la cabeza debajo de la piel se le puede infectar. Nos quedamos tan tranquilas mientras la danesa iba corriendo a poner en marcha la operación garrapata con su pobre hijo adolescente, cuando a los pocos minutos oímos unos quejidos y todas nos arracimamos en la ventana para observar los manejos de la familia al completo sobre el torso desnudo de un muchachito rubio cual querubín. Celia y yo nos miramos y decidimos salir al rescate, seguidas por Susana que no se lo quería perder. La madre, siguiendo nuestras instrucciones al pie de la letra, empuñaba un cigarro encendido y el pobre chaval resistía con los dientes apretados mientras el padre alumbraba con una linterna. A ver, a ver, metimos las tres las narices y los focos de nuestras linternas. Celia, que hace pocas semanas le había quitado una garrapata a su perra dijo “Uy, qué pequeña es, esto lo arreglo yo en un minuto, ¡pinzas!” Y empezó la operación… yo no quise ver más y me esfumé, pero al poco rato vino la doctora triunfante. ¿Qué ha pasado? “Nada, ya está, lo he destripado con las pinzas y se ha quedado la mitad dentro, pero eso el cuerpo lo expulsa, les he dicho que le pongan un poco de betadine, seguro que mañana no tiene nada.” Y se quedó tan ancha. Lo mejor fue que la madre también se quedó tranquila, obviamente obnubilada con el aplomo de la doctora Secades. ¡¡Menos mal que no la conoce como nosotras!! En fin, para cuando el pobre niño haya muerto nosotras ya estaremos lejos…

La nave nodriza

“Sorry, no tenemos la camper que habían reservado, así que les hemos asignado una de tamaño mayor, para seis personas, por el mismo precio.”
Yo abrí mucho los ojos porque ya había visto antes campers para 6 personas. Pero Celia daba saltitos de contenta y decía, ¡qué bien, qué bien, nos dan una más grande, vamos a ir como reinas! Arancha y Lile, más prácticas, pidieron verla antes. Está ahí fuera, ahora mismo se la abro.
Salimos las cinco al patio y nos topamos con EL CAMIÓN. La camper más grande que habíamos visto en los 3 meses de viaje. Más de 3.500 kilos. Cocina tan grande como la de mi casa, dos salas de estar diferentes convertibles en confortables camas dobles y otra cama en una segunda altura, microondas, baño completo, trastero para las sillas y mesas de camping ¡hasta tele con DVD! Podíamos estar las cinco a la vez de pie sin estorbarnos mucho. Parecía una nave nodriza. Muy confortable, sí, pero ¿¿quién va a ser la guapa que conduzca este trasto?? ¡¡y encima por la izquierda!!
Después de una acalorada discusión (yo conduzco, yo ni de coña, que sí mujer que no es pa tanto, que cómo voy a ir yo por el mundo al volante de este camión…) nuestra valiente y arrojada amiga Celia se ofreció a conducirlo en exclusiva durante toda la semana.

Nave Nodriza

Llegan las niñas

El lunes 23 de junio llegaban Celia, Arancha y Lile a visitarnos durante un par de semanitas, así que enfilamos hacia el aeropuerto de Cairns para recogerlas.

Puntuales aunque desmayadas después del laaaaargo vuelo desde España aparecieron las tres, en un estado un tanto lamentable. Celia sin maleta gracias a British Airways (cuatro días más tarde nadie de la compañía ha contactado aún con ella para darle razón de su maleta ni ofrecerle compensación alguna). Decidimos llevarlas a una tranquila playa para que reposaran y comieran algo. Y a continuación nos encaminamos a alquilar su camper.

Navegando por las Whitsunday Islands

Hemos pasado un par de días navegando en un velero por las Whitsunday Islands, para variar nombradas por el "capitán" Cook, aunque en este caso se equivocó de fecha por el cambio de día al atravesar la línea horaria y en realidad llegó un lunes de Pascua, no el domingo. De todos modos les ha parecido mucho más atrctivo dejar el nombre del domingo de pascua para que los turistas vengan como moscas al prometido relax.

No nos parecieron nada del otro mundo, a excepción de la maravillosa playa de Whithaven, de arenas ondulantes y someras aguas azul turquesa, donde pudimos ver mantas-raya que escapaban velocísimas rozándonos los piesa un palmo de profundidad.

Tuvimos oportunidad de hacer snórkel (eso sí, provistas del correspondiente y poco glamuroso trajecito antipicaduras) y ver montones de pececillos de colores entre los alucinantes corales. Es todo un poema (a la par que bastante inquietante para alguien de tierra adentro) nadar con la nariz a pocos centímetros de formaciones coralinas de las más variadas formas y colores imaginables sabiendo que en cualquier momento puede aparecer un tiburón del arrecife, una manta gigante o cualquier otro bichejo ponzoñoso inesperado.

2008-06-22 Whitsunday Islands

miércoles, 18 de junio de 2008

¡¡¡ FELICIDADES MAMÁ!!!

felicidades mamá!
Te mandamos un beso enorme desde aquí. Haznos un gran favor y disfruta todo lo que puedas, derrocha alegría y solamente deja un poquito para compartirla con nosotras cuando lleguemos.

Me he acordado mucho de ti cuando vi los canguros. Son preciosos y riquísimos.

martes, 17 de junio de 2008

¿Existen de verdad los ornitorrincos?

Esta sería, sin duda, una buena pregunta para hacer en la encuesta del blog.

Si un animal de verdad ha despertado mi curiosidad desde que de pequeña ví alguna foto o leí algo sobre él, es el ornitorrinco. También los tigres y los monos y las jirafas… sí, pero esos siempre sospeché que algún día cuando fuese mayor iría a verlos. Además, esos están en el Zoo, se pueden ver en carne y hueso. Pero ¿y el ornitorrinco? ¿no será una invención como el Yeti, o una calentura fantástica de algún explorador inglés del siglo pasado que quiso ganar alguna apuesta de su club de caballeros? Mamífero, con pico de pato y patas palmeadas, que pone huevos y vive en los ríos remotos de Australia… hummm, demasiado raro ¿no?. De verdad, este sí que nunca sospeché que de verdad existiera. Mucho menos aún que algún día de mi vida mis ojos pudieran dar fe de ello. Así que cuando hemos leído en la (santa) Lonely Planet que existe un lugar donde hay posibilidad de verlos nadando en su río (haciendo edredoning, como dice Susana), no lo hemos dudado ni un minuto y hemos conducido todo el día para llegar justo antes de la puesta de sol al lugar indicado.

No vamos a hacer ninguna encuesta, porque nosotras ya tenemos la respuesta y nos morimos de ganas de contároslo: ¡¡sí, existen!!¡¡Los acabamos de ver con nuestros propios ojos!! Son reales. Y tienen ese pico redondeado y esa cola achatada y unos ojillos amarillos brillantes, pero son mucho más pequeños de lo que nos imaginábamos, unos 40 cm. de la punta del pico al final de la cola .
Bucean casi todo el rato y de cuando en cuando salen a la superficie, igual que los patos o las tortugas, descansan cuan largos son unos segundos y se vuelven a zambullir.
Al ver el primero, Susana y yo estábamos tan emocionadas que no podíamos ni movernos y luego nos ha costado atinar con la cámara. Las fotos no serán gran cosa, pero esperad a la primera entrega de “Fauna Aussi” que está preparando Ediciones León Morillo… je je je
Ornitorrinco

Magnetic Island

Hartitas estamos del capitán (sic) Cook y los nombrecitos que puso a los distintos puntos de la geografía antipodeña. Capitán no sería, pero tenía bastante imaginación y tesón para nombrar cada rincón de este continente. Y aquí se le antojó que esta isla era magnética porque al pasar por ahí su brújula dejó de funcionar. Pero gracias a eso los actuales habitantes de esta zona tienen un excelente argumento de venta (recordemos que estamos entre genios del marketing) para arrastrarte a pasar todo el día en la islita de marras. Al final la excursión no estuvo mal, porque alquilamos unas scooter pachangueras y nos lo pasamos pipa “moscardoneando” de playa en playa. Incluso pudimos ver un koala tiernamente abrazadito a su rama.

Magnetic Island

Mercado dominical en Mareeba

Al salir de Mareeba descubrimos encantadas un mercadillo dominical, así que paramos rápidamente la furgo para aprovisionarnos. Pronto comprobamos que en la mayoría de los puestos venden frutas tropicales, muchas de las cuales no habíamos visto jamás y otras con formas tan diferentes que no reconocemos, como los “pomelos” (en inglés) que no son ni más ni menos que pomelos gigantes (del tamaño de un melón pequeño) y mucho más dulces que los nuestros, o las chirimoyas, que aquí son enormes y tienen una forma tan rara que les llaman “mamuts”. También había una fruta cuya pulpa sabe a chocolate y una especie de limones que llaman “lemonade” y que no son ácidos, saben a limonada.
Lo más gracioso fue hablar con los agricultores-vendedores y comprobar que ninguno era australiano, al menos de nacimiento. Un hombre bajito y muy moreno se nos acerca con una sonrisa de oreja a oreja, “¿por qué sonríes tanto?” le pregunto, “¿¿y cómo no voy a sonreír si se han acercado a mi puesto las chicas más guapas del mercado??” Italiano, claro. Calabrés. Al oírnos hablar en una mezcla de italiano y español se acerca otro moreno del puesto de enfrente y nos habla en español. Veneciano. El calabrés agarra una pandereta y una harmónica y ameniza el rato.

Nos vamos felices y contentas con varios kilos de papayas, mandarinas, pomelos y plátanos enanos. ¡Menudo festín!

Amanece en el bush

El sol acaba de asomar por encima de una nube rasa en el horizonte y en un segundo todos los eucaliptos cambian el pijama verde oscuro por el salto de cama amarillo dorado. Cada minuto que pasa aumenta la variedad y cantidad de silbidos, graznidos y cantos de pájaros, algunos incluso estruendosos. Dos kukaburras se pelean en la copa de un árbol.
Me desperezo encima de la enorme roca redondeada, que me sirve de mirador sobre la extensa savana de eucaliptos. Estoy descalza y puedo sentir el frío del granito, aunque el sol ya empieza a calentar y la temperatura es perfecta. Inspiro profundamente y me lleno de aire balsámico, ¡si pudiera guardarlo en un bote para respirarlo cuando esté lejos de aquí…!
A lo lejos, allí abajo, se oye el rumor del riachuelo que salta de poza en poza entre los bolos graníticos que en esta parte asoman a la superficie arenosa del bush y forman un paisaje precioso e inesperado. Salvando las distancias, se podría decir que esto es la Ciudad Encantada de Mareeba.
El campamento está aún dormido, pero con la luz han desaparecido todos los wallabies que ayer por la noche pastaban ruidosamente alrededor de la camper.

Vuelvo sigilosamente, procurando no despertar a la “wallabie mayor”, Susana para los amigos, y empiezo a preparar el desayuno, pero el espacio es tan pequeño que no se puede ser muy silenciosa, así que enseguida oigo un gruñidito…¿dónde está mi desayuno?

¡Qué a gusto estoy!

Ay, qué paz, qué descanso, qué olor a sano a limpio, qué soledad tan rica… Qué bien se está en este camping tan increíble al que llegamos ayer de casualidad, y se podría decir que a saltitos, ya que acabamos aquí en busca de los wallabies, los hermanos pequeños de los canguros.

Los wallabies aquí están encantados de la vida con nosotros, los turistas, que les llenamos la panza a base de bolsitas de comida que nos vende la señora yugoslava que atiende la recepción de este parque.

El paseo por entre los enormes bolos de granito y con vistas al bush o sabana australiana fenomenal, siempre acompañadas de los animalitos saltarines esperando a que sacáramos del bolsillo más golosinas para ellos.

Repetimos noche en el camping del parque, se estaba tan bien, pero tan bien… Por la mañana fui a correr acompañada de una habitante permanente del lugar, una tranquila perra de color marrón a la que no le gusta que la agobien, pero siempre quiere estar a una distancia no demasiado grande para sentirse acompañada y cuando la miras piensas que si ella está tranquila y tan segura de estar dónde más le gusta es porque todo el universo está en armonía y nada malo ocurrirá… Así que para qué moverse de allí.

El segundo día fuimos a un humedal llamado Mareeba Wetlands en el que se supone que viven un gran número de cocodrilos de agua dulce. Al llegar, efectivamente da esa sensación, parece que de un momento a otro vas a sentir unos ojos saltones que te miran fijamente. Pero todo quedó en una ilusión visual. La encargada de la zona nos comentó que sólo hay una pareja de cocodrilos y que con mucha suerte se pueden ver en un rincón alejado el rato que se ponen a tomar el sol por las mañanas y que con los primeros visitantes de turno se escapan lejos del ir y venir de los humanos. De todos modos el camino hasta allí nos encantó, recordaba, en cierto modo, a algunas partes de África. Era una gran extensión llana, con enormes árboles diseminados entre la hierba amarilla que cubre el suelo… Espero que os lo podáis imaginar.

Al día siguiente nos levantamos prontito, recogimos bien nuestra particular casita-furgo y emprendimos camino al sur.



Cairns - alrededores

Cairns y Atherton Tableland

Según aterrizamos en Cairns ya se nota el trópico: lluvia de gotas gruesas que se evapora sobre el suelo caliente en pocos minutos.
Cogemos nuestra nueva camper y empezamos a explorar. Es fiesta porque celebran el cumpleaños de la Reina (pero... ¿¿¿¿ qué reeeeeinaaaaa????) y las calles están desiertas, no hay tráfico, las tiendas cerradas a cal y canto, parece que ha caído la bomba H. Incluso tenemos dificultades en encontrar un restaurante abierto donde nos den una ensaladita o alguna cosa poca, porque estamos desmayadas de hambre.

Pronto nos desencantamos: vaya, vaya, en Cairns no hay playa, sólo un lodazal; seguimos hacia el norte a ver las tan cacareadas “playas del norte” y encontramos en todas ellas grandes carteles advirtiendo de los peligros: medusas venenosas (mortales algunas) y cocodrilos, en algunas playas advierten además contra los tiburones. Para bañarte de forma segura hay que ponerse un trajecito a prueba de picaduras de medusas, una especie de burka acuático que cubre todo el cuerpo, los venden incluso con capucha, guantes y calcetines. Muy bonito, sí señor, muy favorecedor el modelito. Yo no me he atrevido a leer todas las consecuencias de una picadura de medusa porque dan mareos. ¿Y trajecitos contra la mordedura de los cocodrilos no venden? Pero además, quién va a querer bañarse con este agua color marrón-charco fangoso??? (seguro que a los Croquies, como les llaman aquí, les encanta este colorcillo). Dicen que es por las lluvias de los últimos días… ya veremos… ¡Ay, mar Mediterráneo, cómo te echamos de menos!

domingo, 8 de junio de 2008

¡Aúpa, Rafa!

Aquí estamos, en Melburne, empaquetando de nuevo las cosas y siguiendo por internet la final de Roland Garros, Rafa le está dando una buena paliza a Federer ¡¡qué pena no poder verlo!!

Esta noche hemos cenado en la bulliciosa Lygon St. (el barrio italiano) con Graham y Rowen y hemos recordado los viejos tiempos de los comienzos de Los Amigos, donde Graham fue el primer empleado.

Y mañana volamos por fin a Cairns, ya tenemos ganas de calorcito y playa. Nuestra nueva campervan estará esperándonos a la salida del aeropuerto.
Esta semana ha sido tranquila en la gran ciudad, que se nos ha hecho mucho más llevadera que Sydney en gran parte gracias a la hopitalidad de Alejandro, que nos ha cedido amablemente la cama de su precioso y céntrico apartamento durante estos días. ¡Gracias Ale, hemos estado como en casa!

También ha habido emociones fuertes (no podían faltar), esta vez en foma de marsupiales boxeadores y osos peluchosos, amén de un torrrrpe tropezón de la menda que resultó en un ERROR FATAL de la tarjeta de memoria de la cámara y el objetivo de la misma a la virulé, de modo que, de nuevo, SORRY, no hay fotos.
Y ya van tres cámaras y tres tarjetas de memoria en este viaje... ¡qué cruz! (y qué pastón, claro...)
El caso es que hemos hecho el famoso viaje de la famosa Great Ocean Road. Como te meten tanto miedo con que si curvas y que si precipicios, pues contratamos una excursión en lugar de alquilar un coche. ¡Ay, pajarillos! éstos no han subido a los lagos de Covadonga, ni el puerto de la Bonaigüa, ni han hecho la carreterita de Sitges... ni tampoco han bajado al volcán ese de Madeira, ni han recorrido las sinuosas alturas de la península de Otago al anochecer. Eso sí, ¡quítense el sombrero ante los genios del márketing! ya podemos ir aprendiendo a vender nuestro país... penita damos.
No hay backpacker que se precie que no se haya dejado el culo chato en un minibús Ocean Road arriba y Ocean Road abajo. Parada para ver koalas encaramados a los eucaliptos al borde de la carretera, que no se sabe si son de peluche o de verdad, porque están en la misma posición y tienen el mismo aspecto que los de las tiendas del aeropuerto. ¡Sí, son tan ricos como parecen! una monada.
Parada en varias de las espectaculares formaciones semiderrumbadas de arenisca erosionada por el mar y el viento. Precioso color rojizo de la roca que al atardecer luce sus tonos más atractivos. Corremos para atrapar el último helicóptero que sobrevuela la costa (parece que con los helicópteros nos pasa siempre lo mismo...) ¡hop! arriba!!! esta vez en un vuelo privado para las dos. Maravillosas vistas (y maravillosas fotos que no se pueden descargar de la tarjeta estropeada...).

Hemos decidido sacarnos el carné (o lo que sea) de perrito piloto de helicópteros. ¡¡¡Esto es una GOZADA!!!!

Y por la noche, tras una cena horrorosa en un sitio recomendado por nuestro desafortunado guía, confraternizamos con nuestros compis de viaje al calor de un riquísimo shiraz (variedad de vino tinto) durante las útimas horas de autobús hacia el parque nacional de los Grampians. A medida que nos acercamos al parque, ya de noche, los canguros empiezan a hacer aparición saltando como locos a la carretera o mirándonos desde las cunetas.
De pronto vemos un montón de ellos a la derecha y el conductor para el bus: hemos llegado al albergue ¡¡y los canguros cenando en la pradera de enfrente!! Por supuesto no podemos esperar y nos lanzamos linterna en mano a ver de cerca a tan maravillosos animales. SON PRECIOSOS. También son igual que en la tele, no vamos a descubrir ahora los grandes misterios del canguro, pero nos dejan boquiabiertas y encantadas con su candor y con la potencia de sus patas brincadoras.
Al día siguiente madrugamos para volver a buscarlos antes de que se retiren, vemos a una familia entera pastando entre los jardines de las casas y alrededor del campo de fútbol del pueblo. Dos de ellos se pelean dándose manotazos y patadas, igual que los niños. Llega un perro que los asusta y uno de ellos huye brincando por nuestro lado: ¡menudo ruido hace con las patas al saltar!
Da gusto verlos. Esperemos que Susana pueda editar pronto el vídeo, porque de las fotos ya hemos hecho el funeral...

¡¡¡¡¡¡¡¡¡Rafa ha ganado!!!!!!!!!!!!! ¡¡¡Enhorabuena campeón!!!

Melbourne

martes, 3 de junio de 2008

Segunda entrega

A la vista del éxito obtenido con la primera entrega de la colección dedicada a las tierras neozelandesas,"Fauna Kiwi", a continuación les ofrecemos el segundo capítulo, "Naturaleza Kiwi". Esperamos sea de su agrado. Ediciones León & Morillo seguirá trabajando en la realización de nuevos documentales.

domingo, 1 de junio de 2008

Despedida y Cierre

Qu'e pena llegar hasta aqu'i, nuestras ultimas horas neozelandesas...
Estamos en Auckland, con las maletas hechas y la furgo recogidita. La vamos a echar de menos, pero le dejamos a Rodolfo para que le haga copania en nuestra ausencia... (no se c'omo se van a librar de el los de Kiwi Campers, la verdad, je je).

Esta noche hemos dormido en el barrio de Davenport, encima de un volc'an (extinto, tranquis) y ientras cen'abamos en la camper se ve'ia al fondo, al otro lado de la bah'ia, la silueta iluminada de la ciudad. Impresionante, igual que tener la tele enchufada con un documental, solo que en directo, JAJA.

Por la manana subimos a la Sky Tower, el edificio mas alto de esta parte del mundo, a un mirador de paredes de cristal a 220 metros de altura. Se puede ver todo en muchos kil'ometros la redonda, pero da un vertigoooooo!!!!!!! yo no me atrevia a acercvarme a las paredes de cristal, pero Susana iba tan campante, pisando incluso por encima de l suelo de cristal que hay en algunas zonas. P'a habernos matao.

Yo tenia mucho empenio en visitar el mercado de pescado de la ciudad, as'i que ah'i fuimos nada mas llegar. Pero nos decepciono mucho encontrar, simplemente, una enorme pescaderia. La verdad es que como pescaderia seguro que es la mejor que he visto en mi vida, al menos en cuanto a aspecto, servicios y limpieza, aunque no necesariamente respecto a la variedad de pescados, pero sinceramente eso no era un mercado de pescado. Supongo que refleja la realidad alimentaria de los kiwis.

Auckland nos ha parecido muy agradable, con unos parques muy bonitos y siempre el mar al fondo de la calle. Aunque no es muy armonica, los edificios (ya sean ruinosos almacenes portuarios del siglo pasado o flamantes torres acristaladas de famosas empresas multinacionales) se agolpan sin que parezca haber mucho orden ni concierto.

En fin, vamos terminando esta parte del blog porque en pocas horas nos transportaremos a la siguiente etapa.

CIAOOOOOO!!!!!

Auckland

Aventuritas de última hora

Llevábamos muchos días recorriendo la isla norte sin percances dignos de mención, pero ayer se rompió la racha. Después de un día de bonitas excursiones por playas solitarias y maravillosas (para qué seguir describiendo lo indescriptible) el atardecer nos regaló una puesta de sol digna de uno de esos cuadros luminosos que venden en los chinos. Pero esta de verdad, con todos los colores posibles sobre el mantel del mar y las nubes. “Esto es señal de buena suerte” me dije yo, “hoy vamos a encontrar un sitio precioso para acampar”.
Porque a todo esto, aún no habíamos encontrado sitio donde pasar la noche.
Sí, sí. JA! Cuando ya a punto de oscurecer nos decidimos a entrar por un camino cualquiera, dispuestas a perdonar las vistas por un día. Y allí había una praderita monísima, con el césped tan recortadito que daba gusto verlo (bueno, intuirlo, porque ya estaba casi oscuro). Venga! Aparca ahí, que parece llano. Hum.. pero parece el césped de una casa ¿no? ¡Qué va! Que hay una valla. Bueeeeno, allá que fuimos al césped bonísimo… y la furgo derrapó en una palmo de barro debajo del céped. ¡AY! Ahora sí que la hemos cagao! Una hora estuvimos metiendo ramitas debajo de las ruedas, Susana como loca buscando el gato con la linterna por todas partes, el gato no aparecía, sólo unos hierrajos oxidados junto con un alicate. Probamos metiendo unas cuñas metálicas y nada. Allá que fue mi toalla, para que no resbalara la rueda. Nada. Intentamos con mi cuña de espuma (la que uso para mantener la espalda recta al conducir) se quemó con una peste (que ni Rodolfo, vaya). La siguiente víctima a sacrificar era mi jersey cuando de pronto aparecieron unas luces y tan felices corrimos hacia ellas blandiendo las linternas e imaginando a cuatro fornidos muchachotes maoríes que nos ayudarían a empujar la furgo fuera del atolladero.
Y salió un viejete achacoso. Con un inglés cerrado, pero cerrado, cerrado. ¡Ay, madre!
Pero hete aquí que el vejete, tras una rápida inspección ocular de la situación entró en su casa, sacó una soga y se las ingenió él solito para remolcarnos hasta el camino.
Gracias gracias y miles de gracias, pero ahora…¿dónde vamos a buscar sitio para dormir con esta noche cerrada?
Ya estaréis adivinando que el gentil vejete nos ofreció su primoroso jardín para aparcar la furgo y nos invitó a un té reconfortante con unas pastas hechas por él.
Cuando le dijimos que éramos españolas le dio mucha alegría porque acababa de ver un reportaje de España en la tele y no s espetó ¿pero por qué en España las casas no tienen ventanas? Vete tú a saber qué clase de reportajes ven éstos en la tele…

En fin, nos reímos cuando él se reía para no quedar mal, porque entender, lo que se dice entender, ni papa.

Rodolfo Langostino no está solo…

Ay, ay , ay, qué os voy a contar que no sepáis… ¿quién no ha pisado una caca alguna vez?
La verdad es que la peste es tan persistente desde hace unos días que ya le apodamos “ Rodolfo”; pero a Susa se le ha olvidado mencionar la tercera fuente de pestilencia que nos asola… El caso es que hace unos días, que estábamos alojadas en un motel, llovió torrencialmente y nos dejamos una escotilla de la furgo abierta. Al día siguiente la moqueta (que sí, que la furgo está enmoquetada, ¡a todo lujo!) estaba chorreando. No sé si alguien sabe cómo huele la moqueta mojada, pero es ASQUEROSO.
Sumadle al olor a humedad, el olor a Rodolfo y la puntilla de la caquita… y os podréis imaginar que las pesadillas que vamos a tener en nuestra última noche en NZ no son precisamente por la pesadumbre de abandonar este precioso país…

Northland y Bay of Islands

Poco nos duró la gran ciudad, porque ya se sabe que la cabra tira p´al monte y nuestra furgo nos pedía más marcha, así que enfilamos hacia el último rincón que nos apetecía conocer: el norte de la isla norte, famoso por sus playas.
La verdad es que las playas son preciosas, enormes, interminables, solitarias, de arena blanca perfecta, cuajadas de conchas de todos los tipos, guardadas por dunas y partidas por ríos mansos y ondulantes que se cruzan a pie. En muchos lugares se puede bucear con tubo y aletas y al parecer se ven muchas especies, pero aunque el sol pique a medio día, la temperatura del agua no acompaña. Nos guardaremos las ganas para la Gran Barrera en Australia…

Northland

Auckland

Sensaciones raras al llegar a esta “gran ciudad” (1.2 millones de hab.), por un lado muy cosmopolita y por otro muy manejable. Da la sensación de ser inabarcable y desorganizada de entrada, amplias calles de tráfico rápido y a la vuelta callejones cortos abarrotados de gente arracimada en las terrazas y en los bancos de las plazas a la hora del almuerzo; muchos carteles luminosos, edificios muy modernos al lado de párkings en solares y de cuando en cuando un edificio de ladrillo tipo inglés que parece salido de una novela de Dickens.
Por casualidad encontramos la entrada a una zona del puerto donde tiene la sede el equipo neozelandés de la Copa del América. Desde allí hay una hermosa vista de los edificios del centro.

Hot Water Beach y Catedral Cove

Llegamos a la costa noreste, con fama de tener un clima templado y soleado casi todo el año y donde se encuentra la mayor producción de kiwis del mundo. La carretera está jalonada de puestos donde ofrecen kiwis y aguacates, así que paramos y hacemos acopio para nuestra última semana de viaje.
Hay un sitio que nos producía mucha curiosidad: la playa de agua caliente (Hot Water Beach), porque nos habían dicho que se puede cavar un hoyo en la zona intermareal durante la marea baja y si escoges bien el lugar puedes encontrar agua a 60 grados!! La verdad es que llegamos con marea alta y sin muchas ganas de cavar, así que nos quedamos con la intriga.
Lo que sí comprobamos in situ es la maravillosa vista de la playa de Catedral Cove, en que el mar ha esculpido el acantilado de arenisca formando un arco y unos islotes bastante pintorescos. Mejor ver las fotos por aquello de que una imagen…

Antes de enfilar hacia Auckland nos detuvimos un par de días en un precioso pueblo costero desparramado en torno al amplísimo estuario. Nuestra terraza daba sobre el agua y era una delicia ver las formas que dibujaban constantemente el agua y la arena según cambiaba la marea, dejando los barcos ora flotando orgullosos ora desvalidos sobre la arena pelada.

Rotorua

A unos 100 km. por debajo de nuestros pies se desarrolla una titánica tarea: la placa Pacífica se empeña en deslizarse por debajo de la Indo-australiana en un movimiento de subducción, creando una zona de rozamiento que derrite la roca y calienta toda la zona, amén de agitarla con movimientos sísmicos casi a diario. Esto se traduce en la superficie en una gran cantidad de géiseres, fumarolas, conos volcánicos extinguidos, lagunas de barro borboteante, lagos y ríos humeantes… por donde quiera que miras hay columnas blancas de vapor que salen de cualquier sitio, grandes y pequeñas, siseantes y mudas. Impresiona bastante pensar que ese humillo que sale entre los matojos procede directamente de las profundidades de la Tierra, donde el magma a miles de grados calienta bolsas de agua subterránea y las manda silbando a través de las fisuras hacia arriba… ¿Y si meto el pie donde no debo? Bbbbbrrrrrrr!!!!!!!!
El caso es que hemos acampado al lado de un géiser (hacía más calorcito ahí, je je je) que nos ha dado la noche con los gorgojeos y ruiditos. Eso por no hablar del olor a huevo podrido que invadía en la furgo cada vez que alguna abría la puerta. JAJAJAJJA.
Estábamos solas en una enorme pradera que compartíamos con una familia de conejos y cerca había un río de agua caliente con una conveniente poza a la que caía una cascadita desde la poza superior. Vaya lujos… lo malo es que la espumilla marrón que se juntaba en las orillas no invitaba mucho, la verdad.
Al día siguiente buscamos otro río con menos espumilla (aunque no menos encanto) para remojar el trasero. Y se nos quedó un olor sulfúrico en la piel que no nos soportábamos ni nosotras…
Lo que más nos gustó de la zona fue una enorme laguna de barro que parecía en ebullición, ¡igualito que un perol de chocolate al fuego! Yo me quería meter ahí dentro!!!!

Por la tarde visitamos los restos de un pueblo que quedó sepultado por la erupción de un volcán a principios del siglo pasado. Murieron unas 150 personas y la erupción destruyó unas espectaculares terrazas y piscinas calcáreas muy parecidas a las de Pammukale en Turquía.