domingo, 3 de agosto de 2008

Delfines

Un emu nos visita al atardecer en nuestro campamento, no sabemos si para curiosear o más bien atraída por el olorcillo de la sepia a la plancha. Aparece de pronto en la llanura y se va acercando disimuladamente, picoteando en el suelo de vez en cuando como quien no quiere la cosa, pero estirando bien ese cuello largo y abriendo mucho las pestañas para no perder ni ripio de lo que hacían dos extrañas en su casa. Al cabo de un rato se cansa y se vuelve corriendo como una loca hacia donde estaba su pareja.

Al día siguiente llegamos a Monkey Mia, el caravan park donde nos recibe “miss simpatía” está atiborrado; nos cuesta tomar la decisión de quedarnos después de haber pasado las últimas noches a la luz de la fogata en la intimidad de la luna nueva. Pero definitivamente necesitamos una ducha y una lavadora, elementos comúnmente infravalorados en la civilización pero que producen gran alegría cuando llevas sin verlos una semana. El sitio se redimió inmediatamente cuando por la mañana fuimos a la playa y nos encontramos a un grupo de delfines jugando a escasos metros de la orilla. Un rato más tarde incluso conseguimos darles un pescadito en la boca y nos fuimos tan contentas.

Coral Coast y Monkey Mia

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