jueves, 31 de julio de 2008

De nuevo en el outback.

Aquí estamos otra vez, con la furgo recorriendo la costa oeste.
Ahora mismo escribo frente al fuego de campamento, cansada después del día de hoy. Susana echa algunos troncos más para avivar la llama; alrededor, los eucaliptos y por encima, el negro más negro intercalado de estrellas. De cuando en cuando un road train pasa escandalosamente por la carretera con su feria de luces rojas como estela. Es el único ruido que perturba el crepitar de la hoguera. Estamos a muchos kilómetros de la ciudad más cercana.
Hemos estrenado nuestra nueva parrilla con un “sirloin steak”, riquísimo!! que hemos cenado acompañado de patatas asadas en las brasas; un poquito de vino…mmm, qué rico todo.
Susa lee a la luz de su linterna frontal mientras yo escribo. Me parece un lujo fuera de lugar esto de teclear en el portátil, a la luz de las llamas, en medio del outback australiano, pero es que nos hemos comprado un cargador para el portátil que se enchufa al mechero del coche y es mágico. ¿Cómo no se nos habrá ocurrido antes, (con lo listas que somos)??-
Gozamos de un poco de tranquillidad después del agitado día.
Esta mañana amanecimos bien temprano en una playa (más bien diría un pestilente amasijo de algas marrones de más de un metro de espesor) de Geraldton, la última ciudad digna de tal nombre en el resto del viaje, y antes de las 8:00 ya estábamos en camino, desayunadas y todo, hacia Kalbarri- Por el camino hemos parado para disfrutar de las enormes dunas y de los acantilados rojizos que bate el Índico furioso. Muy bonito, aunque ya empieza a fastidiar tanta parejita de jubilados con su caravana a cuestas… ¿qué pasa, que no tienen otro entretenimiento los jubilados de este país? Y dicen que esto es tranquilo…pfff!!! No hay forma de darles esquinazo, aparecen en cualquier rincón...

Kalbarri debe de ser una de las mecas de los jubilados de la caravana que se entretienen dando la vuelta a Australia, porque hay varios caravan Parks plagados de ellos. Aunque es un sitio bonito, una bahía natural resguardada detrás de las playas y dunas de arena blanquísima, pierde todo su encanto (al menos para nosotras) por la multitud de casitas rodantes que atiborran los campings. Decidimos seguir hasta encontrar un lugar más solitario donde acampar. Y vaya si lo encontramos: a menos de dos horas de carretera nos adentramos en un bosque de eucaliptos, algunas huellas de coches nos indican que no hay problema para entrar por los caminos con nuestra campervan… chan chan chan… pero nadie contaba con que lleva varios días sin parar de llover… y de pronto la sutil capa de arena cede a la subyacente de arcilla húmeda… y hasta ahí llegó nuestra campervan!. ¡Oh, no! ¡otra vez empantanadas! Menos mal que aún faltaban dos horas para el anochecer y que la carretera no estaba lejos en caso de emergencia. Manos a la obra, tardamos un buen rato en sacar la camper del atolladero, pero es que ya vamos siendo expertas en estas lides y además no faltaba material en los alrededores: hemos pelado cien metros a la redonda de vegetación para hacer un camino de ramas y hemos escarbado la arena de debajo de de las ruedas con las manos, pero al final hemos conseguido salir del apuro. La próxima camper que nos la den equipadita con palas y rejillas, por favor.

Costa Oeste

sábado, 26 de julio de 2008

Las Chonis nos acosan

Cuando alguien te dice que se va de viaje a Australia y Nueva Zelanda durante seis meses suena a exótico, a lejano, a nada que ver con lo que estamos acostumbrados en Europa y, por supuesto, en España.


No sé lo que os podéis imaginar vosotros, pero a mí me sonaba a canguros, koalas, playas inacabables, desierto, surferos, ciudades modernas… un sin fin de cosas muy distintas a las nuestras haciendo honor a la lejanía que nos separa, no en vano son nuestras antípodas.

De la gente no sabemos mucho, pero, al menos en mi caso, nos la imaginamos relajada, campechana, deportista, con cuerpos atléticos moldeados por el surf y perfectamente bronceados, y si curioseas un poco te enteras de que los australianos se parecen, en algunos aspectos, a los americanos, sobre todo y desgraciadamente, doy fé de que en lo que al aspecto culinario se refiere tienen más semejanzas de que las que fueran deseables.

Hasta aquí nuestras impresiones en el viaje son más o menos acordes a lo imaginado, pero nuestra primera sorpresa fue cuando llegamos a Perth, la ciudad más aislada del mundo. Conduciendo por la autopista que une la ciudad con las zonas residenciales Elisa advirtió que había un cartel de IKEA, sí sí sí, hay un IKEA al otro lado de nuestro mundo. Bueno, conociendo a esta empresa sueca podemos conceder que haya llegado incluso hasta aquí, hasta la urbe más solitaria que existe.


Por supuesto que fuimos a investigar qué se cocía en un IKEA para nosotras tan peculiar. Pues nada chicos, no os penséis que difiere mucho de los nuestros, del de San Sebastián de los Reyes, o del de Majadahonda. Ah, se me olvidaba que hay otro en Vallecas. Eso Vallecas, en este punto es donde ya todos nuestros esquemas se nos vienen abajo. Cuando al estar eligiendo el aroma de la vela que queríamos para nuestros campamentos nocturnos de repente oímos hablar en nuestro idioma natal, en castellano. Será alguna chilena, que haberlas, haylas. Qué no, qué no, que son españolas, españolísimas, vamos que parece que estamos en el IKEA de Vallecas. ¿Pues no iban diciendo tres rechonchas renegridas, con aspecto gitanucio que si La Paqui, que si La Mari, que si ya las dan el alta del hospital, que si no me come na?…¿ Os imagináis? no dábamos crédito. Os juro por lo más sagrado que eran un cromo.

No sé cómo detallaros más su aspecto, creo que basta decir que eran tal cual, cómo sacadas del barrio de Entrevías, teñidas de una especie de color rubio y con 10 cms de raíces negras tal y como bajarían a comprar el pan al DÍA del barrio.


Y ayer en un puesto de información turística en Kalbarri, allí donde Cristo perdió el mechero, se nos acerca otra rechoncha, también renegrida y nos obsequia con su opinión acerca de la playa de Monkey Mía : “amos a mí m´ha gustao” “lagggg cosas como son” y también nos obsequia con otras lindezas del tipo “se puede parar donde paran los camionistas” y por supuesto no paraba de repetir la popular expresión de “mola mogollón”… y de ahí no la sacabas. Al preguntarle qué tiempo habían tenido también nos contestó solícita y presta: “hombre, contra más arriba más calor”.

Al menos nos quedó claro.

Y nosotras que pensábamos que éramos únicas en lanzarnos a conocer este país tan sumamente lejano…


Sacad vuestras propias conclusiones.

miércoles, 23 de julio de 2008

Perth

Ayer llegamos a Perth, la ciudad más alejada de la civilización, la más remota que existe. 6 horas en avión desde Brisbane. Al este y al norte, miles de kilómetros de desierto. Al oeste y al sur, miles de kilómetros de océano Índico.
En los folletos turísticos recomiendan con total naturalidad lugares que están en un radio de 500 km., eso sí, te advierten de que no te confíes con el tamaño del mapa, porque algunos otros están a más de 2.000 y hará falta madrugar un poquito y hacer un bocata más grande para llegar hasta allí…
Con una superficie de más de dos millones y medio de km. cuadrados (suficientes para meter holgadamente 5 Españas y olé) la población es de apenas 2 millones (sin contar los canguros ni las ovejas, claro), de los cuales el 75% viven en la capital. Eso es un decir, claro, porque capital, capital, lo que se dice capital… esto es más bien un desparrame de casitas unifamiliares y parques de primoroso césped que se extiende sin fin en torno a unos cuantos rascacielos alineados entre el río y unas pocas calles rectas y desabridas que llaman centro.
Así a primera vista Perth no nos ha parecido muy atractiva, la verdad. Ordenadita sí, y amplia. Muy amplia. Entras al centro financiero sin darte cuenta, sin transición desde los parques enormes, estabas en el aeropuerto y de pronto ¡zas! ya estás entre rascacielos y cuidadito porque en un santiamén te presentas de nuevo al otro lado del río rodeada de atléticos deportistas haciendo ejercicio en el parque. A pesar de ser un martes en hora punta había tan poco tráfico que parecía domingo a la hora de la siesta.

Es cuando llegas a Kings Park, el precioso jardín botánico de la ciudad que domina el recodo del impresionante río cuajado de veleros, cuando este cascarón vacío de fachadas asépticas, tipo decorado de película, donde no hablas muy alto y pisas con cuidado por si los cristales de las fachadas hacen eco, de pronto se vuelve princesa y brilla en todo su esplendor: la vista es magnífica, un impresionante contraste entre la paz del río y los parques y la frialdad de los espejos.

Tras una rápida exploración decidimos que la urbe no está hecha para nosotras y tomamos rumbo a la playa de Sorrento. Aquí nos quedaremos el resto de la semana reposando sosegadamente frente a la chimenea y tomando fuerzas para la siguiente etapa del viaje.

Acuario Perth

Fascículo atrasado - Isla Norte NZ

Espero sepan perdonar la tardanza en el capítulo de la Isla Norte de Nueva Zelanda, pero las condiciones tecnológicas de la temporada no han permitido emitir con mayor rapidez.

Conecten los altavoces y disfrútenlo al máximo.




martes, 22 de julio de 2008

¡¡Adiós costa este!!

Estamos en el aeropuerto de Brisbane esperando la salida de nuestro avión a Perth. Con la lengua fuera nos arrastramos a un sofá de la cafetería, molidas de hacer, deshacer y acarrear tanto equipaje entre ayer y hoy. Y es que despedirse de nuestra casita rodante, que nos acompaña día y noche, fiel, a todas partes, siempre es duro.

Esta última semana hemos recorrido los alrededores de Brisbane, esta sorprendente y variada esquina sureste de Queensland. Empezamos por las Glass House Mountains (el que quiera saber el origen del nombre que se lo pregunte al Capi Cook, como siempre) unos picachos de roca volcánica que, hoy tapizados de bosque de eucaliptos, se destacan cerca de la costa. Escalamos las carreteritas ondulantes y sombrías deteniéndonos cuando se abría el paisaje, para asombrarnos de las increíbles vistas en 360º hacia el infinito. Incluso se veía Moreton Island a lo lejos. Algunos de esos pueblos que parecían sacados de la Inglaterra profunda, lo cual no deja de sorprender si estás recorriendo un bosque que podría situarse perfectamente en algún rincón de Africa. Contrastes sorprendentes.

Noosa Heads, en la desembocadura arenosa y ondulante del río Noosa, con sus Everglades plagados de pájaros, sus casas de lujo mirando al mar y rodeada de un parque nacional de vegetación tupida y húmeda, supuso un cambio de aires respecto a la sierra. Miles de jubilados ricos han elegido este rincón de la costa para pasear a sus perros y tratar de mantenerse en forma hasta el fin de sus días, de modo que mientras recorríamos algunos de los senderos del parque la media de edad de la gente con la que nos cruzábamos no bajaba de los 60, todos ellos a mucha más velocidad que nosotras, corriendo, andando o incluso acarreando aparatosas tablas de surf con los pies descalzos y con unos cuerpos serranos que ya los quisiéramos nosotras…

Tras unas compritas en las apetecibles tiendas de Noosa agarramos campervan y edredón, autopista hacia el sur, pasamos por el imponente puente sobre el río Brisbane y cambiamos en un par de horas la tranquila y elegante costa del sol (Sunshine coast) por la concurrida y hortera costa dorada (Gold coast).

Sin atrevernos a asomar la nariz a las playas de la Gold coast preferimos adentrarnos en las montañas que hay a pocos kilómetros hacia el interior, una serie de parques nacionales que protegen milenarios bosques en los restos de lo que hace varios millones de años fuera un enorme volcán. En Springbrook y Lamington N.P., a casi 1.000 metros s.n.m., tuvimos que echar mano de nuestro escaso arsenal contra el frío, pero las increíbles vistas sobre nueva Gales del Sur y sobre la Gold Coast desde los miradores colgados en la montaña compensaron el tembleque. Al fondo, detrás del maravilloso valle cuajado de vegetación selvática, los rascacielos de Surfers Paradise (el Benidorm antipodeño) destacan enhiestos al borde del mar cual horrendos Transformers, a punto de iniciar la destrucción del mundo.
Estos bosques oscuros, colgados en laderas imposibles, retazos de selva fría y húmeda, con musgos y líquenes, enredaderas y lianas, destacan en la planicie seca de eucaliptos, matorral bajo y canguros que los rodea en muchos kilómetros y es que son reminiscencias de la Gondwana, de cuando lo que ahora es Australia estaba junto a otros pedazos de tierra y compartía clima con la actual Antártida.

Por la carretera nos sorprendió un estruendoso piar y un fuerte olor, así que paramos a investigar el origen… nos quedamos heladas al comprobar que estábamos en medio de una colonia de murciélagos rojos gigantes, ahí mismo, en los árboles a ambos lados de la carretera. Había cientos de ellos colgados de las pobres ramas, peladas por el ajetreo de la jauría. Y es que no paran quietos, gritando, peleándose entre ellos y cambiándose de rama cada dos por tres con esas uñitas grimosas que tienen al final de las alas…

Esa noche acampamos al borde de un lago y mientras contemplábamos, haciendo tiempo antes de cenar, cómo el color del agua pasaba de gris a negro, unas sombras zumbantes empezaron a sobrevolarnos con dirección al agua. Ja! Nuestros amigos los murciélagos gigantes…al principio de uno en uno, luego en grupitos y a los pocos minutos un flujo incesante, imposible contarlos. Cientos, miles de ellos pasaron a pocos metros de nuestra cabeza, quién sabe a casa de quién iban a cenar…Con una envergadura de unos 80 cm. y una curiosa querencia por columpiarse en las ramas de los árboles cercanos, consiguieron que Susana batiera su propia marca de 100 metros lisos y se metiera de cabeza en la furgo para no salir en el resto de la noche.

Buscando de nuevo el calorcillo y el sabor del outback nos llegamos a Warwick, al otro lado de la cordillera divisoria, ciudad del rodeo por excelencia. ¡Qué lástima que no hay rodeos hasta octubre! Pero si ya teníamos hasta los sombreros comprados! Así que pasamos nuestro último día en el este despidiéndonos de los canguros grises y los loros de colores en otro parque nacional de la zona.
Glass House M y Springbrook NP


Adios costa este

domingo, 20 de julio de 2008

Feliz cumpleanos a esas cancer!!!

Ali y Celia, ayer fue vuestro cumple, queriamos llamaros a eso de las 10 de la noche aqui para pillaros en plena comilona de celebracion, pero ya sabeis que viajando en campervan no siempre se puede disponer de un telefono cerca.
Ayer dormimos al borde de un lago precioso, pero el acceso hasta alli desde el pueblo mas cercano no era muy apropiado para hacerlo de noche. Asi que esta manana nos hemos levantado muy pronto para poder felicitaros antes de que acabara el dia .

A Ali hemos conseguido pillarla con el movil encendido y, aunque creo que pasaban algun minuto de las 12h espanolas, nos ha dado tiempo a charlar un poquito con ella. A Curry Secades solo nos has sido posible dejarle un pequeno mensaje en el contestador.

Asi que desde aqui os recordamos y os mandamos un beso enorme, enorme!!!

Susana y Elisa

(No puedo poner tildes con este teclado)

miércoles, 16 de julio de 2008

Brisbane

Qu'e bien se vive aqu'i! Brisbane nos est'a cautivando con sus preciosos y humanizados parques, la animada vida diurna y nocturna, lo saludables que son sus habitantes y la energ'ia que despliegan a todas horas.

Manana partimos hacia Moreton island, a pocos kil'ometros en la bah'ia. Esperamos ver ballenas y dar de comer a los delfines en la playa.

Susana est'a en el hotel editando un nuevo cap'itulo de Fauna Aussie que pronto ver'a la luz... avisados quedais.

Ave!

Brisb c las chicas

Moreton Island

A pocas millas de la desembocadura del río Brisbane, cerrando la bahía de Moreton, se encuentra una isla arenosa de más de 30 kilómetros de longitud, la segunda más grande del mundo, con unas dunas enormes y grandes cantidades de agua dulce a escasos 2 metros de profundidad. Un verdadero oasis, rodeado de increíble fauna marina: ballenas, delfines, dugones, mantas-raya, tortugas, tiburones (ví uno rarísimo justo debajo del muelle a un metro de profundidad), pelícanos… Ahí hemos recalado unos días para ir a avistar a las ballenas jorobadas en su migración anual hacia aguas más cálidas y dar de comer a los delfines que llegan al atardecer a la playa. Observar de cerca las piruetas de los delfines y tener la suerte de ver un par de saltos de las ballenas ha sido sin duda la mejor parte de la estancia, porque por lo demás la comida del hotel era tan mala que hemos pasado a fruta los tres días… llegamos desmayadas de hambre a tierra firme y nos fuimos directas al JoJo´s para devorar sendos platos de carne y salmón a la parrilla. Debía ser una hora bastante extraña para comer, porque el sitio estaba desierto y los camareros nos miraban zampar con una mezcla de sorpresa y simpatía.
Moreton Island

Ya más repuestas hoy vamos a recoger nuestra nueva campervan para explorar esta zona alrededor de Brisbane

viernes, 11 de julio de 2008

Carnarvon Gorge

3 días de implacable conducción hacia el este a lo largo de la Capricorn highway, que sigue en paralelo la línea del trópico de capricornio, nos separaban de la capital del estado.
Por el camino hicimos un par de interesantes paradas; una en Longreach para ver el Stockman Hall of Fame, algo así como el museo de enaltecimiento del vaquero pionero, inaugurado en 2002 con gran fanfarria para atraer a miles de visitantes (blancos) nostálgicos de los “buenos viejos tiempos” y donde se cantan alabanzas a los primeros colonos (blancos) y queda constancia de la dureza de la vida de campo (de los blancos) hasta hace bien pocos años. Es cuando menos curioso observar que de la primera sala, donde se cuenta la historia geológica del continente desde hace cientos de miles de años, se pasa casi sin transición a la segunda sala en la que se habla de los exploradores blancos del siglo XIX. Mmmmm ¿no había nada ni nadie antes? El caso es que a mi me suena algo de unos aborigencillos que llevan por aquí unos 60.000 años…bah, no tendrá importancia.

La segunda parada fue en Carnarvon Gorge, una garganta cavada en caliza con sorprendente y lustrosa vegetación (hay incluso bosquecillos de helechos gigantes muy primitivos), en la que algunas familias de aborígenes pasaban temporadas. O algo. Porque como no dejaban rastro, pues nadie sabe ni cuántos eran, ni cuándo venían, ni qué hacían ahí. Todo son conjeturas. Lo que sí dejaron en algunos abrigos rocosos fue la silueta de sus manos y de sus boomerangs y hachas de piedra, utilizando la misma técnica que los habitantes prehistóricos del Mediterráneo, es decir, soplando una pintura contra la pared por encima de estos instrumentos.
Carnarvon Gorge

El outback

¿Quién nos iba a decir que veníamos al desierto a conocer el primer mercado de valores de Australia? Pues sí, la bolsa apareció en esta parte del mundo a mediados del siglo XIX en la “ciudad” de Charters Towers. Aquí se desató una repentina fiebre del oro que atrajo buscavidas de todo el mundo y levantó inmensas fortunas en pocos años.
Nadie diría que este anodino y apacible “conjunto de casas” fue en su día una de las más prósperas ciudades de Australia y foco de inmigración internacional, si no fuese porque los entusiastas y eficaces jubilados voluntarios del centro de información turística mantienen vivos los fantasmas bajo la humilde y ya descolorida arcada comercial del Stock Exchange.


Celia debió de quedarse muy pensativa sobre los buenos viejos tiempos de la fiebre del oro mientras conducía la camper hacia el sur y Lile, que iba de copiloto, seguramente pensaba en una cálida playa de aguas azules (y sin cocodrilos, of course), porque los árboles empezaron a escasear y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos camino de la remota ruta de los dinosaurios, al oeste, adentrándonos en el outback… Ya me parecía a mí que el sol no podía ponerse por el sur por más que este país sea un tanto rarito…
De perdidas al río (o más bien al desierto), así que decidimos relajarnos y disfrutar del “pequeño rodeo”. Al caer el sol nos apartamos del camino espantando algunos canguros y avutardas y acampamos.


No podía haber primera noche en el outback sin la correspondiente fogata, así que mientras Lile y Susana preparaban un buen agujero en la tierra, lejos de la maleza, Celia y yo recogíamos leña por los alrededores. Afortunadamente estábamos bien provistas de tintorro, mazorcas y carne para asar. ¿¿Qué más se puede pedir bajo la noche estrellada??

La carretera entre Hughendon y Winton fue un delicioso descubrimiento. Aprendimos y pusimos en práctica el saludo del outback (consistente en levantar indolentemente el dedo índice de la mano derecha sin soltar el volante mientras te cruzas con otro vehículo), aunque para Secades esto era demasiado poco entusiasta, así que inventó la variación del brazo en alto tipo “Heil, Hitler” con lo que dejaba bastante desconcertados a los escasos conductores en sentido contrario.

Se nos hizo un poco largo este trecho, aparte de porque es largo y el firme está en pésimas condiciones, porque cada dos por tres descubríamos una bandada de avutardas gigantes, o una pareja de emus, o un jabalí, o una familia de canguros al lado de la carretera, con la consiguiente parada y persecución a pie por los matorrales de pinchos cámara en ristre.

Llegamos a Winton con la ilusión de ver “algo real” sobre los dinosaurios, porque la maqueta de cartón piedra y la foto colgada en el centro de visitantes de Hughendon el día anterior no nos habían parecido muy excitantes. Triste peregrinar el nuestro, porque resultó que lo único que hay real son unas huellas fosilizadas a más de 100 km. al sur del pueblo por una pista en mal estado. La chica de la oficina de turismo me miró compasivamente cuando le señalé nuestro poco discreto vehículo a través de la ventana: “No way, it is too big; you need a 4WD.” Bah, este pueblo es una bobada. Pues vaya mierda de huellas, las de Enciso en La Rioja son mil veces mejores, y encima también hay huevos fosilizados. ¡Hala!. Para consolarnos entramos en un pub a tomar unas sidras, no sin cierto titubeo a causa de la fijeza de las miradas de los locales acodados en la barra. Pero al cantinero no pareció impresionarle demasiado que desfiláramos cinco sílfides, una detrás de otra, y nos encaramásemos a sendos taburetes botellín en mano. ¿Sois españolas verdad? Nos miramos alucinadas. ¿Y éste cómo lo sabe? ¿Caen muchos españoles por aquí? Pues no, la verdad, creo que no recuerdo ninguno en mucho tiempo, pero es que a mi me gusta mucho España, en mi próximo viaje tengo que recorrer la costa norte, porque por el sur hace mucho calor y de eso ya tenemos bastante por aquí.

Y digo yo que este señor debía de tener un altísimo sentido del deber para con sus clientes, porque si no no me explico cómo ha podido soportar la idea de volver a este pueblo y ponerse otra vez detrás de la barra de este pub a ver día tras día a sus paisanos después de haber estado de vacaciones comiendo paella en una playa de España. Y tan contento.

Pero Winton es famoso por algo más y es que aquí compuso Banjo Patterson la famosa marcha del Waltzing Matilda, himno oficioso de los australianos y se tocó por primera vez en un hotel de este pueblo. Es de creer que Banjo había pasado un bueeen rato acodado en la barra del pub de nuestro amigo antes de componer la cancioncilla, porque por más vueltas que se le den a la letra no hay quién la entienda…
Outback Queensland

jueves, 3 de julio de 2008

Conduciendo la nave nodriza por estas carreteras de dios

Algo que nos ha parecido bastante auténtico, a la par que potencialmente mortífero (mucho más que los cocodrilos o las serpientes) han sido los “Road Trains”, los trenes de carretera, inmensos camiones, de unos 50 metros de longitud, que arrastran tres o cuatro remolques, habitualmente cargados de mineral, ganado u otros productos pesados. Se bambolean bastante y como viajan a unos 100 km/h digamos que tendrían alguna que otra dificultad en frenar de repente, así que hay que cederles el paso vengan por donde vengan, bien sea que te los cruces de frente o bien que los veas aproximarse por el retrovisor.
Esta operación podría parecer sencilla en cualquier autopista, pero hay que tener en cuenta dos factores importantes, a saber:
1. Viajamos en la NAVE NODRIZA (recordemos: más de 3.500 kilos, dos salones convertibles en dormitorio, cocina, baño, Tv, trastero…) es decir, que si no fuese porque es toda de una pieza y no arrastra remolque casi podría ser considerada Road Train y merecer el respeto de que se le cediera oportunamente el paso.
y 2. en estas “carreteras” la mayor parte del tiempo sólo existe un carril. Uno sólo para ambos sentidos. No dos, no. Uno. Uno para ir y el mismo para venir. Es decir, que cederle el paso a alguien implica literalmente salirse de la carretera y lanzarse de cabeza a una cuneta polvorienta y no muy nivelada que digamos. Si uno lleva un todoterreno no pasa nada, se frena, pega unos botes y se incorpora ágilmente al asfalto de nuevo, pero hay que tratar de imaginarse a la Nave Nodriza de 3.500 kilos con su escasa capacidad de frenada y sus casi tres metros de ancho, maniobrando rápidamente cuando aparece de pronto un camionazo en lontananza para quitarse del paso. Las cinco tripulantes aguantamos la respiración, cerramos los ojos y rezamos por que el camionero de turno pueda cedernos unos palmos por si la cuneta cede bajo nuestro peso. Normalmente bendecimos la polvareda que sigue a la operación, porque eso quiere decir que seguimos vivas. Lo peor suele ser cuando el camión nos adelanta, porque el proceso puede llevar 10 ó 15 angustiosos segundos y a la polvareda final acompaña un denso y persistente olor a caca de vaca.

Estábamos tan contentas pensando que debíamos la vida a nuestra pericia conductora cuando hemos parado en una gasolinera al atardecer. Allí bebían cerveza dos chicarrones bigotudos y cuando he entrado uno se dirige a mí sonriendo: “qué, dan miedo los camiones ¿verdad?”. “Pues sí, la verdad”, le respondo (¿cómo lo sabrá este?). No os preocupéis, me dice, hace rato que voy detrás de vosotras y aviso por radio a los camiones que vienen de frente para que tengan cuidado con esa caravana tan grande que lleváis.
Me quedé de piedra.
¿Lo dices en serio?
Sí, claro, todos vienen de la mina donde trabajamos y estamos conectados por radio.

Así que no éramos nosotras, sino que teníamos a toda la carretera preocupada de nuestra integridad!!!!
A continuación se ofrecieron a escoltarnos hasta el alojamiento más próximo (a unos 130 kilómetros), espantándonos a los posibles canguros y avisándonos de los road trains que pudiesen venir.
No nos han dejado hasta la puerta misma del camping, donde se han asegurado amablemente de que estábamos “safe & sound” sanas y salvas.

Estos bushies son sorprendentes. No sé qué hubiese sido de nosotras hoy sin su ayuda.

Undara N.P.

En busca del outback. Undara N.P.

No había tiempo que perder, así que salimos enseguida hacia el interior de Queensland, a ver si podíamos experimentar un poco de esa soledad que dicen que se encuentra en el tan cacareado outback, pero … ¿qué es exactamente y dónde empieza el outback? ¿cómo sabes que ya estás ahí? Aún no lo tenemos claro, vamos a tener que hacer otra encuesta para que alguien nos ayude… o tal vez conducir unos cuantos cientos de kilómetros más…
Ya hemos perdido la cuenta de los kilómetros recorridos, pero esta savana de eucaliptos no termina nunca y yo no le llamaría precisamente desierto a este paisaje, por más que pueblos, lo que viene a ser un pueblo propiamente dicho, no hayamos visto ni uno desde ayer por la mañana.
Nos ha gustado mucho caminar por dentro de los túneles de lava de Undara Nacional Park, un parque con más de 40 volcanes de unos 200.000 años de antigüedad, cuya principal erupción causó coladas de lava que alcanzaron hasta 160 kilómetros de distancia, algunas de las cuales formaron inmensos túneles que se pueden visitar.
Aquí viven los wallaroos, un tipo de canguro a medias entre el wallabie y el kangaroo (de ahí su nombre, supongo - estos no se comen mucho la cabeza-) que es la única especie diurna de canguro y además disfruta de lo lindo comiéndose los complementos alimenticios de las vacas en sus propias narices. Se les puede ver arracimados en torno a los comederos de las vacas poniéndose las botas.

¡Tiburón a la vista!

Anteayer tuvimos un día muy completo en la Gran Barrera. Tenemos que reconocer que, después de probar el saborcillo del bush y de la lluvia en el bosque tropical, nos daba cierta pereza pensar en actividades acuáticas, más aún imaginar dos horas metidas en un aburrido barco lleno de japoneses gritones, pero no íbamos a pasar por Cairns sin acercarnos a la Gran Barrera de Coral… así que sacamos fuerzas de flaqueza y nos decidimos a contratar un tour organizado (la única manera, por otro lado, de acercarse a conocer esta maravilla de la naturaleza).
Pasamos un día muy entretenido buceando en dos sitios diferentes del arrecife, vimos muchísimos más tipos diferentes de peces y de corales de los que podría soñar en toda su vida un equipo completo de creativos publicitarios, incluso un pequeño tiburón nos sorprendió pasando distraído a pocos metros bajo nuestros tubos de snórkel.
Susana y yo también nos animamos a probar la sensación buceando con botellas y bajamos a unos 10 metros de profundidad.
Terminamos el día sobrevolando en helicóptero la hermosura de azules y verdes de los arrecifes. No es fácil describir la sensación tan maravillosa de mecerse en el aire con ese paisaje espectacular a nuestros pies. Siempre se nos hace demasiado corto…