Esta última semana hemos recorrido los alrededores de Brisbane, esta sorprendente y variada esquina sureste de Queensland. Empezamos por las Glass House Mountains (el que quiera saber el origen del nombre que se lo pregunte al Capi Cook, como siempre) unos picachos de roca volcánica que, hoy tapizados de bosque de eucaliptos, se destacan cerca de la costa.
Noosa Heads, en la desembocadura arenosa y ondulante del río Noosa, con sus Everglades plagados de pájaros, sus casas de lujo mirando al mar y rodeada de un parque nacional de vegetación tupida y húmeda, supuso un cambio de aires respecto a la sierra.
Tras unas compritas en las apetecibles tiendas de Noosa agarramos campervan y edredón, autopista hacia el sur, pasamos por el imponente puente sobre el río Brisbane y cambiamos en un par de horas la tranquila y elegante costa del sol (Sunshine coast) por la concurrida y hortera costa dorada (Gold coast).
Sin atrevernos a asomar la nariz a las playas de la Gold coast preferimos adentrarnos en las montañas que hay a pocos kilómetros hacia el interior, una serie de parques nacionales que protegen milenarios bosques en los restos de lo que hace varios millones de años fuera un enorme volcán. En Springbrook y Lamington N.P., a casi 1.000 metros s.n.m., tuvimos que echar mano de nuestro escaso arsenal contra el frío, pero las increíbles vistas sobre nueva Gales del Sur y sobre la Gold Coast desde los miradores colgados en la montaña compensaron el tembleque. Al fondo, detrás del maravilloso valle cuajado de vegetación selvática, los rascacielos de Surfers Paradise (el Benidorm antipodeño) destacan enhiestos al borde del mar cual horrendos Transformers, a punto de iniciar la destrucción del mundo.
Por la carretera nos sorprendió un estruendoso piar y un fuerte olor, así que paramos a investigar el origen… nos quedamos heladas al comprobar que estábamos en medio de una colonia de murciélagos rojos gigantes, ahí mismo, en los árboles a ambos lados de la carretera. Había cientos de ellos colgados de las pobres ramas, peladas por el ajetreo de la jauría. Y es que no paran quietos, gritando, peleándose entre ellos y cambiándose de rama cada dos por tres con esas uñitas grimosas que tienen al final de las alas…Esa noche acampamos al borde de un lago y mientras contemplábamos, haciendo tiempo antes de cenar, cómo el color del agua pasaba de gris a negro, unas sombras zumbantes empezaron a sobrevolarnos con dirección al agua. Ja! Nuestros amigos los murciélagos gigantes…al principio de uno en uno, luego en grupitos y a los pocos minutos un flujo incesante, imposible contarlos. Cientos, miles de ellos pasaron a pocos metros de nuestra cabeza, quién sabe a casa de quién iban a cenar…Con una envergadura de unos 80 cm. y una curiosa querencia por columpiarse en las ramas de los árboles cercanos, consiguieron que Susana batiera su propia marca de 100 metros lisos y se metiera de cabeza en la furgo para no salir en el resto de la noche.
![]() |
| Glass House M y Springbroo |
![]() |
| Adios costa este |


No hay comentarios:
Publicar un comentario