sábado, 28 de junio de 2008

Aventura en Cape Tribulation Camp

Estamos las cinco en la “nave nodriza” charlando después de cenar cuando de pronto: Knock, knock, knock!! Aparece la vecina danesa: necesito ayuda, a mi hijo le ha picado uno de esos bichitos que meten la cabeza debajo de la piel y chupan la sangre y no sé qué hacer. Celia y yo le damos la solución al unísono: hay que probar con aceite y si no sale, abrasarlo con un cigarrillo encendido; eso sí, nada de tirar del bicho porque si se queda la cabeza debajo de la piel se le puede infectar. Nos quedamos tan tranquilas mientras la danesa iba corriendo a poner en marcha la operación garrapata con su pobre hijo adolescente, cuando a los pocos minutos oímos unos quejidos y todas nos arracimamos en la ventana para observar los manejos de la familia al completo sobre el torso desnudo de un muchachito rubio cual querubín. Celia y yo nos miramos y decidimos salir al rescate, seguidas por Susana que no se lo quería perder. La madre, siguiendo nuestras instrucciones al pie de la letra, empuñaba un cigarro encendido y el pobre chaval resistía con los dientes apretados mientras el padre alumbraba con una linterna. A ver, a ver, metimos las tres las narices y los focos de nuestras linternas. Celia, que hace pocas semanas le había quitado una garrapata a su perra dijo “Uy, qué pequeña es, esto lo arreglo yo en un minuto, ¡pinzas!” Y empezó la operación… yo no quise ver más y me esfumé, pero al poco rato vino la doctora triunfante. ¿Qué ha pasado? “Nada, ya está, lo he destripado con las pinzas y se ha quedado la mitad dentro, pero eso el cuerpo lo expulsa, les he dicho que le pongan un poco de betadine, seguro que mañana no tiene nada.” Y se quedó tan ancha. Lo mejor fue que la madre también se quedó tranquila, obviamente obnubilada con el aplomo de la doctora Secades. ¡¡Menos mal que no la conoce como nosotras!! En fin, para cuando el pobre niño haya muerto nosotras ya estaremos lejos…

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