domingo, 1 de junio de 2008

Aventuritas de última hora

Llevábamos muchos días recorriendo la isla norte sin percances dignos de mención, pero ayer se rompió la racha. Después de un día de bonitas excursiones por playas solitarias y maravillosas (para qué seguir describiendo lo indescriptible) el atardecer nos regaló una puesta de sol digna de uno de esos cuadros luminosos que venden en los chinos. Pero esta de verdad, con todos los colores posibles sobre el mantel del mar y las nubes. “Esto es señal de buena suerte” me dije yo, “hoy vamos a encontrar un sitio precioso para acampar”.
Porque a todo esto, aún no habíamos encontrado sitio donde pasar la noche.
Sí, sí. JA! Cuando ya a punto de oscurecer nos decidimos a entrar por un camino cualquiera, dispuestas a perdonar las vistas por un día. Y allí había una praderita monísima, con el césped tan recortadito que daba gusto verlo (bueno, intuirlo, porque ya estaba casi oscuro). Venga! Aparca ahí, que parece llano. Hum.. pero parece el césped de una casa ¿no? ¡Qué va! Que hay una valla. Bueeeeno, allá que fuimos al césped bonísimo… y la furgo derrapó en una palmo de barro debajo del céped. ¡AY! Ahora sí que la hemos cagao! Una hora estuvimos metiendo ramitas debajo de las ruedas, Susana como loca buscando el gato con la linterna por todas partes, el gato no aparecía, sólo unos hierrajos oxidados junto con un alicate. Probamos metiendo unas cuñas metálicas y nada. Allá que fue mi toalla, para que no resbalara la rueda. Nada. Intentamos con mi cuña de espuma (la que uso para mantener la espalda recta al conducir) se quemó con una peste (que ni Rodolfo, vaya). La siguiente víctima a sacrificar era mi jersey cuando de pronto aparecieron unas luces y tan felices corrimos hacia ellas blandiendo las linternas e imaginando a cuatro fornidos muchachotes maoríes que nos ayudarían a empujar la furgo fuera del atolladero.
Y salió un viejete achacoso. Con un inglés cerrado, pero cerrado, cerrado. ¡Ay, madre!
Pero hete aquí que el vejete, tras una rápida inspección ocular de la situación entró en su casa, sacó una soga y se las ingenió él solito para remolcarnos hasta el camino.
Gracias gracias y miles de gracias, pero ahora…¿dónde vamos a buscar sitio para dormir con esta noche cerrada?
Ya estaréis adivinando que el gentil vejete nos ofreció su primoroso jardín para aparcar la furgo y nos invitó a un té reconfortante con unas pastas hechas por él.
Cuando le dijimos que éramos españolas le dio mucha alegría porque acababa de ver un reportaje de España en la tele y no s espetó ¿pero por qué en España las casas no tienen ventanas? Vete tú a saber qué clase de reportajes ven éstos en la tele…

En fin, nos reímos cuando él se reía para no quedar mal, porque entender, lo que se dice entender, ni papa.

No hay comentarios: